Opinión

Hardware y software

Si por Europa entendemos ese viejo hardware que ensambla en su cableado desde Epicuro (filósofo apolítico y ateo -de los dioses oficiales-) hasta la democracia (esa noble aspiración que define a Occidente), podemos asegurar que su núcleo duro tiene vida propia y para rato.

Otra cosa es el distinto software con el que a lo largo de su ya dilatada historia ha querido funcionar, con mejor o peor fortuna.

Porque ha habido viejos y exitosos software que fueron olvidados (y ocultados) entre derruidas columnas, y que recuperados más tarde proporcionaron una nueva etapa de vitalidad a la antigua máquina, y novísimos programas postmodernos que en muy poco tiempo griparon la máquina y fundieron los cables. Como de fábrica apresurada y resultado incierto, producto de la velocidad que impone la codicia.

Europa es un invento, a la vez sólido y frágil, logro del pasado y esperanza del futuro, cuya vida muchas veces pende de un hilo, y cuyos peores enemigos son casi siempre los que dicen defenderla.

Esos defensores y guardianes del "sistema" que sistemáticamente la han minado y vaciado por dentro, como un aciago caballo de Troya, o como un sofisticado virus troyano.

Un virus capaz -entre otras instrucciones durmientes- de estimular el negocio privado de las pensiones saqueando viejos derechos. O de vender el Partenón, llegado el caso, a un banquero alemán.

Hay síntomas y señales suficientes que hoy indican y advierten que el último software instalado es una versión fallida (si no es un virus programado), que si no se neutraliza a tiempo, actuará como una bomba de relojería.

Ha habido algo en ese programa de extraño a la naturaleza de la máquina, que ha causado su rechazo, como si del trasplante de un tejido tóxico se tratara.

Primero fue un fallo menor, luego un error más importante, después una serie de errores en cadena, que como las fichas de un domino se empujan unos a otros, y que hoy amenazan con paralizar el conjunto y bloquear la máquina.

Símbolo de esos errores entrelazados es la debacle del partido único que se esconde detrás  del bipartidismo oficial.

Europa, que siempre fue la organización de la utopía, hoy es el desorden del "pragmatismo". Entendiendo por "pragmatismo" la trama de intereses que no se puede tocar, aunque reviente el mundo.

A los que piden desinstalar ese software que causa rechazo y alergia, se les llama enemigos de Europa.

Una forma de ceguera promocionada y sobradamente financiada, que retrasará la solución.

Comentarios