Opinión

Feismo

¿Se está volviendo nuestro mundo más feo de lo ordinario?

Habrá quien diga que esa pregunta, inútil y repetitiva, se la han hecho siempre todos los contemporáneos de su propio tiempo, y que en eso consiste la Historia, la cual en lugar de detenerse en aquel limbo beatífico-neoliberal que vaticinó sin mucho tino Fukuyama en un barrunto de religión revelada, ha seguido desplegando en nuestro tiempo las consecuencias de ese catecismo tan exitoso como irracional. De ahí la fealdad creciente.

A veces, o incluso muchas veces, las civilizaciones se definen por sus paralelismos, y también por las relaciones que la ética guarda con la estética.

Un paralelismo que ha venido estos días a expresar con crudeza el carácter de la nuestra, es el que ha hecho coincidir la masacre de Nador con la cumbre de la OTAN en el museo del Prado. Cena de gala y experiencias museísticas frente a cadáveres amontonados en el suelo.

Algunas imágenes de nuestra frontera ciertamente nos recordaban a los fusilamientos del 2 de mayo.

Mundos paralelos que no se tocan pero que se definen mutuamente, y una externalización "aséptica" más de las que prodiga esta corriente perversa.

Como denominador común, y acompañando una cena fría, las muertes futuras que se avecinan se cuadran con sus correspondientes partidas presupuestarias, y serán tan muertes y tan ajenas como las que ya se verifican en nuestra frontera sur.

Pero mientras el mundo (nuestro mundo) se vuelve cada vez más feo y peligroso, en nuestro país sin embargo renace la luz: vuelve la derecha de la corrupción a manta, y lo hace tras un baño de ultraderecha supremacista.

En realidad, que el pajarraco salga de nuevo del cascarón con el plumón caedizo y breve de la "moderación" y el disfraz falso del "centro" (marca Feijoo), debe llevarnos a ver este acontecimiento con la lucidez certera que Marta Sanz despliega en su artículo de El País, titulado "Extremocentrista".

Y es que el "Extremocentro" es uno de los hallazgos más finos y útiles del análisis político contemporáneo. El "centro" como lo que es desde hace décadas, no solo en nuestro país sino en otros con similar deriva ideológica: refugio y disfraz de los auténticos extremistas, los neoliberales, promotores de tantos desastres y tan duraderos que nuestros descendientes aún sufrirán sus consecuencias, y que por lo pronto nos han abocado a una guerra en Europa (preámbulo de la III Mundial) entre los neoliberales (y oligarcas) del Este y sus homólogos del Oeste. Todo ello, claro, fruto de la moderación, de la que Feijoo es el mejor exponente, o al menos el más probable continuador.

Digamos de paso que Feijoo es tan moderado como Mariano Rajoy, y con eso está dicho todo. Porque claro, nos referimos a Mariano el del austericidio y al M punto Rajoy de Villarejo, Cospedal, y Fernández Díaz, es decir al de las cloacas del Estado y la acción parapolicial al servicio de su partido y contra el resto de los ciudadanos.

La intoxicación crónica que padecemos nos impide recordar por ejemplo (ya nos falla la memoria cercana) el origen y circunstancias de la última crisis catalana. Recordemos los hechos:

Los elementos del neoliberalismo desencadenado (ese extremo-centro tan escorado a la ultraderecha Como Marta Sanz nos informa) nos habían propinado gratis la estafa financiera de 2008. He ahí un dato contrastado.

Dadas las dimensiones globales de esta trama delictiva, los efectos fueron globales. He ahí otro dato que nadie pone en duda.

Esos mismos elementos, autores del crimen, dictaminaron cual era el siguiente paso: el "austericidio", es decir, que pagasen por ello las víctimas de la estafa y no sus autores, para así seguir avanzando en la ruta trazada, es decir en el camino de la desigualdad extrema.

Por entonces en España, incluida Cataluña, gobernaba en perfecto consenso “constitucionalista” el neoliberalismo y su corrupción, con un reparto equilibrado de las respectivas áreas de saqueo y de los beneficios de la misma. Tal como acontece con las bandas de mafiosos.

La administración corrupta catalana fue una de las más precoces y diligentes (no se lo pensó dos veces) en decretar las primeras medidas del austericidio contra los ciudadanos, pero con cierta sorpresa (aunque con bastante lógica) la ciudadanía catalana no quiso cargar con el muerto y se revolucionó, y algunos dirigentes de aquello, tan parecidos a los dirigentes del otro lado, tuvieron que poner pies en polvorosa en helicóptero.

¿Recuerdan?

El susto y la perspectiva, no muy halagüeña, determinó que esos dirigentes desviaran la presión que se avecinaba contra ellos hacia sus colegas (también corruptos e igualmente neoliberales) de la España central. Surge así la última crisis catalana como uno de los desastres más en el palmarés del neoliberalismo en auge, que si bien es un mal global alabado por los “nuevos filósofos”, ha tomado en nuestro país una fuerza inusitada (somos muy de catecismo) convirtiéndonos en uno de los países más corruptos y precarios de Europa.

Pero no se agobien ni se angustien, porque todo esto vuelve ahora redoblado (nunca se fue del todo) con el regreso del PP (dicen) y el revival bélico de la OTAN. De hecho, esto de engordar el presupuesto de las armas mientras la gente no llega a fin de mes, y si las ve y se las desea para encontrar un sanitario, le cuadra más a la derecha. Es su estilo.

De una cena fría a una guerra caliente.

De las cenizas aún humeantes del expolio neoliberal, en el que unos y otros participaron, al nuevo incendio que se prepara en elegantes salones y entre magníficas obras de arte.

Comentarios