Opinión

Escuela, defensa y doble llave a la cueva de Alí Babá

Uno de los espectáculos más lamentables y que mejor disecciona la carne muerta de nuestra democracia aspirante, es la crisis de...

“No robarás” dice el séptimo.

Uno de los espectáculos más lamentables y que mejor disecciona la carne muerta de nuestra democracia aspirante, es la crisis de histeria que sufrieron los dueños del asunto cuando comprobaron que aquellos recién llegados empezaban a tomar cuerpo y forma en las encuestas.

El susto fue tan monumental, que muchos perdieron los papeles y extraviaron las tarjetas black.

Causó tanto espantó el hecho de que aquellos novatos (que no conocían ni respetaban las leyes no escritas del cotarro) pidieran abrir las ventanas y airear los sótanos, que a toda prisa se diseñó el contraataque bajo el mal consejo del pavor pánico.

Desde entonces, la tomadura de pelo y el comecocos filo patriótico se articula en torno a cuatro ejes nerviosos: el exotismo, la extrañeza, el miedo, y la negación.

Para quien desde la cuna a la sepultura vive rodeado de ladrones, encontrar un puñado de hombres y mujeres decentes que no meten la mano en la caja ni se apropian de lo ajeno, no sólo debe resultar exótico sino también motivo de profunda angustia. Como sí de repente nos faltara la tierra nativa debajo de los pies, y en el vértigo de la caída aspiráramos un aire demasiado limpio, corrosivo para los pulmones acostumbrados al fango primigenio.

De ahí que en los rebaños entumecidos por la costumbre y el pienso mediático, y adoctrinados por la patrística de los padres de la patria, la descalificación de lo desconocido sea previa a su análisis y valoración. Una suerte de xenofobia paleta que se aprende en el primer curso de corral.

Aprovechándose de ello, los que están al cabo de las cosas y en el intríngulis de los misterios sibilinos, iniciaron su campaña de desprestigio perfectamente orquestada y distribuida en sucesivas ondas de choque, ráfagas de improperios varios y disformes, y otros eructos balísticos de corto y medio alcance, con el objetivo de anular al recién llegado y distraer al personal.

Fue un error bastante incompetente, iniciar aquella campaña de intoxicación mediática echando mano del término "bolivariano" para motejar con ánimo xenófobo y pintar con  trazas libertadoras, a los que amenazaban con orear los cadáveres insepultos del armario familiar. No sólo porque el tema bolivariano en sí ni nos va ni nos viene, sino porque lo más que puede provocar es un interés renovado por la vida y hechos de Simon Bolívar, que quizás no fue mal tipo.

Más sensato hubiera sido y acorde con nuestra tradición histórica, calificar de “regeneracionistas" o émulos del 98, a los que se manifestaban indignados con la nueva hornada de golfos y decadencias que al día de hoy ensombrece nuestro presente y reblandece nuestro futuro, como oscureció y licuó nuestro pasado.

El conocido lema de Joaquín Costa: “Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid”, podemos remozarlo y darle nuevo uso, aplicándolo a los nuevos caciques de nuestra carcoma postmoderna.

Ya en esta línea de marcar fronteras y levantar cortijos, no es de extrañar que se acabe, como Rajoy, por auto coronarse  uno mismo (a lo Napoleón) máximo exponente de la "normalidad humana", lo cual deja a quien no coincide en aplaudir sus golferías, la triste condición de exiliado de la inopia institucional.

Otro error de bulto de esa campaña un poco "goda" y gruesa, fue fijar los criterios de "profesionalidad" política (frente a los “amateurs”) a la vera y de la mano de Granados, Camps o Rato (por no llenar la página de nombres ilustres y listas secretas de amnistiados), porque lo más que podía producir esa insensatez supina, era un ataque de risa relajante. Como así ha sido.

La risa es el último refugio de la decencia exiliada.

Es como si nos constituyéramos en epitomes de la ciencia tesorera, de la mano ágil de Naseiro, Sanchis, Barcenas y Lapuerta, cuya simple mención hace que nos echemos la mano prudente al bolsillo. Ya me entienden.

Que digo yo que entre golfo y golfo de esa saga, podían haber descansado un poco y hecho penitencia con propósito de enmienda. Pero no. Misterios de la tesorería.

Añádase la nula renovación y alternancia del parque de tertulianos filo partidarios en los medios intervenidos, lo cual además de una sensación de "dejá vu", causa una malísima impresión incluso en los más impresionables (canta demasiado).

Como que el contraste de criterios y opiniones no conviene, y se tiende al monopolio y maquillaje de la verdad. Algo bastante feo y muy poco liberal.

Un fallo más que sumar en el haber de tan desafortunada estrategia, fue repetir a diestro y siniestro que aquellos amateurs de la política carecían de programa, cuando cualquiera (y fueron muchos) entraba cada día en Internet para leer y consultar sus esperadas y pragmáticas propuestas, o incluso para decidir las mismas mediante el voto libre.

Pero claro, cuando se carece de programa propio y de intenciones honestas de explicarlo, algo hay que decir para excusar esa desidia y la alergia al voto ciudadano.

Como a pesar de ello, nuestros inefables gendarmes de la patria si lo han leído (el programa al que niegan la existencia), al igual que los estudiantes más torpes y menos aplicados, todo lo copian.

Y si un día hablan, sin demasiada convicción, de disminuir el número de aforados para parecernos a Alemania (que no tiene ninguno Y NOSOTROS 10.000), al siguiente proponen excluir los delitos de corrupción de la acomodable figura del indulto, después de prodigar su mal uso partidista y colega.

O se inventan la trasparencia (ocultando listas, borrando discos duros y bombardeando comisiones de investigación) y quieren patentar las primarias (flor de un día), ya frecuentadas mas correcta y tempranamente por los otros.

Malos estudiantes que todo lo copian, van a la rastra, y son merecedores de suspender la reválida o de coronarse con orejas de burro.

Lo dije y lo mantengo: sin ninguna cuota de poder y por indirecto influjo, los recién llegados han causado ya más beneficios a esta nación que todos los apoltronados de los últimos lustros.

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