No es biología, es ideología
"Extrema derecha y jóvenes: no es ideología, es biología", titulaba Sergio del Molino su último artículo en El País.
Humildemente discrepo. A mí juicio es sobre todo moda (más poderosa cada día gracias a las redes con algoritmo ultraderechista), y también desconocimiento de la Historia. Ofuscación prematura, podríamos decir.
Moda por un lado, tan potente como la de los tatuajes o la de las mascotas. Al menos esta última tiene evidentes y comprobados beneficios psicológicos, y puede ser una introducción a la comprensión y defensa empática de la biodiversidad.
"Biológicamente" las sucesivas juventudes que la Historia nos muestra (salvo quiebras excepcionales, como la presente), siempre se han inclinado hacia el futuro, y no hacía el pasado. Han sido progresistas, no reaccionarias. Han estado más cercanas al espíritu Robin Hood y a la defensa del oprimido, que no a colaborar con la bota opresora.
Si hoy se inclinan por el racismo, la xenofobia, la caza del migrante, o el desprecio de la mujer, o también por despreciar los derechos humanos y el derecho internacional, indiferentes ante el genocidio en Gaza o ante el cambio climático, es porque se inclinan (o reclinan) por lustrar la bota del poderoso y el opresor. Mal asunto.
Y no es solo cuestión de moda, sino también cuestión de educación, o sea, de información contrastada y fiable:
"Usan jerga de la cultura gamer y se comunican mediante alusiones a videojuegos y dibujos animados" (Sergio del Molino en el artículo citado).
Pues eso. Si esas son las fuentes educativas y de conformación del pensamiento (tanto como para inspirar una jerga), apaga y vámonos.
Por eso opino y sostengo que sí hay una raíz ideológica en esta involución, y que las quiebras y debilidades educativas que ponen de manifiesto esa involución, tienen también un origen ideológico, estratégico, y programado. De ahí que el resultado (una juventud reaccionaria) sea tan antinatural y resulte tan artificioso o "artificial". Motivo indudable de sorpresa, porque lo que cabía esperar de la juventud de forma "natural" es la rebeldía contra el poder. Y quienes ostentan hoy el poder en el mundo son los plutócratas, que para eso han apoyado con inconmensurables sumas de dinero a Donald Trump, su adalid en este momento y a la vez maestro inspirador de Abascal o Ayuso, trumpistas declarados.
De la misma forma que en su zona de influencia -ese "Este" sin embargo tan "Occidental"- los plutócratas apoyaron y financiaron primero a Yeltsin, corrupto y borrachín, trasmutado luego en Putin por la vía hereditaria del ordeno y mando. Aunque este último, Putin, salió luego más autónomo en sus ambiciones, convirtiéndose él mismo en el más plutócrata de sus plutócratas consejeros.
Un caso que nos recuerda al de Franco, que siendo impulsado y apoyado por potentados, acabó convirtiéndose él mismo en un potentado.
En cuanto a la base biológica de nuestra juventud ultraderechista, no sé yo si estas derivas reaccionarias, una vez puestas en marcha, se pasan tan pronto como el acné. Lo dudo.
El acné ha ocurrido siempre, como la rebeldía juvenil, pero que en las manifestaciones por las causas más rebeldes, honestas, solidarias y progresistas (sí, progresistas), se vean sobre todo canas, es una novedad de nuestros tiempos posmodernos. No es biología, es ideología.