El gobierno de Dios

"El agnosticismo en el sentido de Huxley no se opone al saber; se opone únicamente a la pretensión de saber lo que no se sabe" (Diccionario de Filosofía/ José Ferrater Moral).

Los agnósticos tienen en términos generales también algo de escépticos. Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía nos cuenta que Sexto Empírico en su clasificación de las doctrinas filosóficas describía la de los escépticos como "la de aquellos que siguen investigando".

Toda esta fauna de gente curiosa tienen en común que consideran -de forma relativa o absoluta - limitados y todavía insuficientes los medios de que disponemos (tanto los naturales como los artificiales) para dar respuesta certera a cuestiones fundamentales.

En ese terreno de las cuestiones fundamentales que siempre han ocupado y preocupado al hombre y cuyo abordaje puede tomar la forma de religión, la forma de filosofía, o la forma de ciencia, se mantiene un gran espacio de oscuridad e ignorancia, reacio a nuestro espíritu de conquista. De conquista de respuestas, o sea de conquista del saber.

Así esa zona de oscuridad unos la afrontan mediante la fe (hay muchas creencias fundadas en fe, cada grupo de creyentes con la suya), y otros la afrontan mediante la suspensión del juicio, por ejemplo, en cuanto que estos últimos, que consideran la razón y la ciencia las únicas vías válidas y confiables para abordar esas y otros muchas cuestiones, son conscientes también de las dificultades que entraña dar respuesta a determinadas preguntas complejas.

En principio y por pura lógica, los agnósticos y/o escépticos, que son conscientes de esas limitaciones y que suspenden el juicio o esperan tener en el futuro más datos sobre cuestiones que hoy desconocen, tienden a ser más tolerantes al respecto de ellas. De esa tolerancia puede derivarse también una actitud expectante y más curiosa sobre el proceso de investigación que intenta comerle terreno a esa zona de sombra.

Porque lo cierto es que el reino de la sombra y de lo desconocido retrocede ante el avance del conocimiento, que sigue su acción indagatoria de forma pertinaz.

De forma pertinaz y sujeta a un método: el método científico. Dicho método es a su vez una confesión colectiva (entre aquellos que lo practican y respetan) de humildad.

Como este proceso de investigación cuenta ya con unos cuantos años o milenios a sus espaldas, ha conseguido en todo ese tiempo unos resultados espectaculares, no solo en el terreno de lo práctico sino en el terreno del conocimiento puro.

Leí hace ya un tiempo la obra de uno de nuestros filósofos escépticos más famosos, Francisco Sánchez. Esa obra, que es un clásico, se titula "Que nada se sabe" (1580). Obra muy recomendable pero un poco exagerada en su título, porque lo cierto es que, a pesar de los límites señalados, es mucho lo que se va sabiendo. Y cada vez más.

La consciencia de los límites y de la propia ignorancia conduce a la prudencia pero también a la curiosidad, a un hambre de conocimiento que se afana por seguir aprendiendo.

Para quien tiene fe, el relato está cerrado y bien cerrado desde hace ya mucho tiempo, de manera que la Tierra tiene exactamente 6000 años, digan lo que digan los expertos y los datos científicos.

Para quien mantiene indemne el reservorio de la duda y el hambre de conocimiento, el relato está abierto y cambia o se incrementa constantemente, ganando en claridad y amplitud. De alguna forma se perfecciona a través de los errores descubiertos y no teme volver sobre sus pasos para rectificar y emprender nuevas vías de exploración e interpretación. Se evita el dogmatismo "inspirado", método arcaico perteneciente a otros tiempos, y se prefiere el método científico.

De estas teorías del conocimiento tan diferentes entre sí, parece desprenderse también una cierta actitud y práctica política diferente. En unos casos más proclive a la imposición y el autoritarismo, en cuanto que lo que se impone o se intenta imponer lo ordena Dios (al decir de ellos), mientras que en otros casos y por motivos opuestos, esa actitud está más abierta al debate y la posibilidad, en cuanto que la obra humana es debatible y perfectible mediante la exploración de distintas alternativas y en función de la experiencia observada.

Es muy propio de los primeros, a los que podríamos calificar sin duda de dogmáticos, decir cosas como que "No hay alternativa".

En aquel extremo de la cerrazón autoritaria figura también de forma notoria el fundamentalismo religioso, que en principio parece ajeno al mundo moderno. De hecho no debería tener cabida en ninguna religión que comprenda y tenga en cuenta al ser humano, y a la religión como obra del hombre.

Solemos relacionar ese fundamentalismo religioso con un pasado ya periclitado, y sin embargo ese fundamentalismo profundamente intolerante, que nos trae recuerdos de un pasado oscuro, sigue presente entre nosotros. Y no solo sigue presente de forma aislada y en espacios acotados, sino que su presencia e influencia es cada vez más apabullante como parte de una involución más amplia. De la misma manera que está regresando el fascismo, está regresando también el fundamentalismo religioso. De hecho muchas veces caminan de la mano. Esto lo vemos en USA, pero también en otros sitios.

Últimamente los encontramos juntos asaltando Capitolios y cámaras representativas, en intentos de golpes de Estado que si bien no han triunfado de momento, sí que lo intentan ya con cierta insistencia.

Algunas muertes sí que han producido ya, como en el golpe de Estado que patrocinó Trump en USA.

Recordemos que también Hitler fracasó en el primer intento, pero acabó por imponer su dictadura.

Como todos sabemos, tras el intento de golpe de Estado en USA se produjo -en una suerte de contagio- el intento de golpe de Estado en Brasil, patrocinado por Bolsonaro y algunos fundamentalistas religiosos del evangelismo de ultraderecha. Recientemente un "evangélico" extremista, Vance Bolter, asesinó en Minessota a unos congresistas demócratas y se le halló una lista con otros 70 objetivos potenciales.

Conviene no olvidar que algunas religiones, sobre todo en sus cúpulas jerárquicas, han hecho frecuentemente buenas migas con la ultraderecha y/o el fascismo.

España no se libra de esa lacra.

Para conocer un poco más del caso brasileño en tiempos de Bolsonaro, es muy interesante el documental titulado "Apocalipsis en los trópicos", de la directora Petra Costa, documental que puede verse en Netflix.

Netflix lo presenta así:

"A través de un análisis minucioso, este documental de la nominada al Oscar Petra Costa explora el profundo impacto del evangelismo en el escenario político ..."

O también:

"Un país dividido. Una teocracia en ciernes. Este documental de Petra Costa ahonda en uno de los momentos más turbulentos de la historia brasileña”.

Yo lo único que puedo decir tras verlo es que es un gran documental en el que podemos seguir de cerca (muy de cerca) a un líder fundamentalista religioso manejando al presidente de un país, Bolsonaro, ya de por sí extremista él también. Un documental cuya oportunidad es innegable.

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