El caso PP

Digamos primero una obviedad: El caso Montoro es el caso PP.

Un clásico, una recidiva, un capítulo más de la serie, un eslabón más de esa torpe cadena, un no poder evitarlo, un rasgo fundamental de esa marca política, y en definitiva un desprecio continuado y absoluto a los ciudadanos españoles y sus intereses legítimos.

Todos los ciudadanos españoles que ya no somos tan jóvenes como antes (solo un poco menos), conocemos perfectamente la carrera delictiva del PP. Forma parte consustancial de nuestra experiencia como ciudadanos de este país.

Porque digamos que la carrera delictiva del PP es, en lo que se refiere al ámbito de los partidos políticos, una de las carreras más extensas, dilatadas, y graves que se conocen en Europa.

Extensa porque no hay un campo de acción (económico, político, judicial, fiscal, policial, comunicativo...) que no haya contaminado con su corrupción.

Dilatada porque su duración se confunde con la duración del propio régimen actual. Y grave porque desde una corrupción moral y política inmune a cualquier tipo de regeneración, ha llegado incluso a perseguir a sus adversarios políticos desde las cloacas del Estado con un espíritu golpista y a través de técnicas nauseabundas.

Es el partido -recordemos- de los martillazos a los discos duros comprometedores; del "se fuerte" ... "Hacemos lo que podemos" dirigidos a Bárcenas, y que aún hoy nos oculta quien pueda ser un tal y enigmático M. Rajoy, según todos los indicios, un sujeto muy poco recomendable.

Un partido con una lista de casos de corrupción cuya transcripción nos haría gastar toda la tinta de la impresora, y a cuyo lado la de los Reyes godos parece un microbio ridículo.

El caso Montoro, ministro conocido por la "amnistía fiscal" a los delincuentes fiscales, se enmarca además en un contexto ideológico muy del PP.

Cuando gracias al neoliberalismo, sus desregulaciones y sus múltiples estafas, los ciudadanos españoles penaban, se precarizaban sus vidas y trabajos, y eran objeto de saqueo sistemático tanto sus derechos como sus servicios públicos, la otra cara de la moneda (según la actual imputación en curso) eran los favores otorgados o incluso vendidos por el ministro y su equipo a determinados poderes fácticos o plutócratas.

Lo que se saqueaba y recortaba impunemente de lo común, de las necesidades y derechos de los ciudadanos, fluía alegremente a unos bolsillos privilegiados donde sobraba de todo.

Como vemos, Trump no ha inventado nada nuevo. Ya estaba inventado en España.

Conocido es también por los ciudadanos españoles de cierta edad que la corrupción del PSOE no se queda atrás, compitiendo con la del PP en extensión y gravedad. Han estado compitiendo en definitiva estos dos partidos por ver quién es más PPSOE y más bipartidismo corrupto, y cual de los dos partidos puede saquear más y mejor al ciudadano. Es un rasgo notorio desde la impronta ideológica y política de Felipe Gonzalez, que si predica la “gran coalición”, o sea, el bipartidismo turnista y corrupto, es por algo.

Algunos matices: el PP nunca se ha dignado en pedir perdón a los ciudadanos por su corrupción. El PSOE del actual gobierno, sí lo ha hecho.

En el actual gobierno (hablamos de gobierno y no del partido PSOE) existen contrapesos que, si se lo proponen, pueden ser eficaces y benéficos tanto contra la corrupción como contra la supresión del Estado del bienestar.

El contrapeso que se adivina en el PP, o sea VOX, pesa aún más que el original, y se ha estrenado con financiación ilegal, servidumbre trumpista, y prácticas fascistas de persecución al diferente, al adversario político, o al inmigrante.

O sea, que más que vocación de contrapeso tiene vocación de lastre. Ese es el panorama.

¿Y qué decir de la corrupción inventada y no descubierta en PODEMOS? Pues ustedes mismos.

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