Economía trucada
"Los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada". (Robert Reich).
Cada vez son más los analistas y expertos (la lista es extensa), algunos de ellos premios Nobel de economía, que coinciden en señalar el origen de muchos de nuestros males actuales: una economía amañada, trucada, al servicio de los más ricos y poderosos, impulsora de una desigualdad creciente, uno de cuyos síntomas más notables es el deterioro acelerado o incluso la desaparición de la clase media.
Riqueza y poder político son dos conceptos cada vez más unidos. Recuerden aquella frase dicha por una dama muy rica y muy corrupta (finalmente fue condenada por la justicia), Leona Helmsley: "Nosotros (los ricos) no pagamos impuestos. Solo la gente común los paga". Un privilegio logrado a través del poder político.
He visto estos días en Netflix una película documental del año 2017 sobre este tema titulada "Salvar el capitalismo". Está dirigida por Jacob Kornbluth, y está basada en un libro con el mismo título de Robert Reich, que también protagoniza el documental.
Robert Reich, además de profesor fue ex secretario de trabajo en la Administración de Bill Clinton, cargo que abandonó al constatar que la Administración de Bill Clinton era más de lo mismo, ya saben, aquello de "no hay alternativa", y aquello otro del "pensamiento único", ambos conceptos, si lo pensamos bien, bastante iliberales. Lo que en otros escenarios geográficos representó la acción política de Felipe González o Tony Blair, apóstoles también del pensamiento único y plano. El truco del almendruco. Cambiar todo para que no cambie nada, que diría Lampedusa en su Gatopardo de apariencias y engaños múltiples.
Pero lo interesante de lo que sostiene Robert Reich es que lo que unos llaman economía "desregulada" como manifestación del "mercado libre”, de la “libertad” y del "neoliberalismo", es en realidad una economía muy regulada (amañada) con "reglas" cuya característica principal es que han sido impuestas a nuestros políticos electos por las grandes corporaciones y los grandes plutócratas, una minoría cada vez más rica y más poderosa gracias a esa influencia directa (sin pasar por las urnas pero comprando voluntades) sobre nuestros políticos, muchas veces sin importar el color político de estos.
Quizás lo que mejor expresa esta corrupción política y esta economía amañada es esa escena del documental en la que Donald Trump declara abiertamente y en público, sin complejos, que él entregaba dinero a candidatos republicanos (y algunas veces también a candidatos demócratas) durante sus respectivas campañas electorales, a sabiendas de que después, cuando ya ocuparan su cargo público y él les llamara por teléfono estarían a sus órdenes y no a las órdenes de los ciudadanos que les habían votado.
Ahora ha cambiado la dirección de ese cambalache plutócrata del beneficio mutuo entre iguales en la delincuencia. Hace unos días leíamos en El País:
"Los multimillonarios que abandonaron a Trump vuelven a apoyarle pese a sus causas penales".
"El candidato convicto ha prometido bajar los impuestos a los ricos y a las grandes empresas. La campaña de Trump ha recibido 53 millones en 24 horas".
"Donald Trump ha convertido sus problemas con la justicia en una caja registradora".
No obstante todo esto, lo sorprendente y lo preocupante es que estos plutócratas aliados con la delincuencia, o intercambiando ambos papeles según el momento (como vemos que ha hecho Trump), cuentan con esa gran masa ciega de zombies de la telebasura de entretenimiento (político) y otros maltratados del sistema, que acudirán a las urnas creyendo que esos plutócratas y esos delincuentes los tienen en cuenta a ellos o a sus intereses para algo.
La facilidad que tiene el dinero para inventar problemas falsos y ocultar los verdaderos, y sobre todo para señalar chivos expiatorios a los que cargar la culpa de los problemas que el propio neoliberalismo provoca, es casi tanta como la de comprar las voluntades de algunos políticos venales y en venta.
Las puertas giratorias, tan usadas en nuestro país por políticos de un color y de otro, todos ellos sin embargo forofos del "pensamiento único", que es un pensamiento de derechas, forman parte de este juego de corrupción de la economía y de la democracia.
En principio este tipo de economía, fruto de una revolución reaccionaria que ha logrado que los plutócratas vulneren fácilmente y a sus anchas las reglas y la esencia de la democracia (incluida la independencia de poderes), marcaría un evidente contraste con la economía estándar y con la política que presidió las décadas posteriores a la segunda guerra mundial y que produjo resultados diferentes.
Preocupante sería en nuestro tiempo no solo la desigualdad creciente y el deterioro del planeta (la conservación del único planeta que tenemos no es una prioridad para esta gente), sino también el hecho de que nuestra democracia está siendo asaltada y en algunos casos está desapareciendo ante nuestros propios ojos.
La "responsabilidad social corporativa" debería ser esencialmente abstenerse de las actividades que socavan la democracia, es otra de las ideas fundamentales de Robert Reich.
Mucho de lo que vemos forma parte del mismo engranaje. Pongamos un ejemplo cercano.
Cuando desde Europa y más allá de la apariencia de leyes comunitarias que protegen a los trabajadores y que todos los Estados miembros tienen que cumplir, se deja manos libres a España para que las incumpla y explote y estafe durante décadas a sus trabajadores interinos de los servicios públicos, estamos ante un fenómeno de extensión y contagio, de normalización, de esa corrupción de base que se practica desde las grandes corporaciones, unas veces contra la democracia y otras veces contra los trabajadores.
El documental es interesante desde el principio hasta el final. No se lo pierdan si quieren entender algo de lo que nos ocurre.
Me he quedado con la reflexión expresada por Robert Reich en una reunión con jóvenes graduados:
”Si conocéis jóvenes que no han vivido un sistema que funciona ¿De donde queréis que saquen el idealismo? ¿De donde sacará la fuerza la próxima generación?"
Y yo añadiría:
¿De dónde sacará la próxima generación no solo el idealismo sino incluso las propias ideas, tras la tierra quemada, plana, que ha dejado la apisonadora del pensamiento único neoliberal?
Hoy, cuando vemos muchas canas en las manifestaciones y protestas que tienen que ver con la defensa de la democracia, con la defensa de los servicios públicos, con la defensa de una economía más justa y menos agresiva con el planeta, en defensa de los derechos humanos y contra las guerras, la pregunta es más que pertinente.
Y ya como posdata:
Si quieren enredarse en otra serie (también en Netflix) que toca el mismo tema (la simbiosis entre economía trucada y corrupción política), pero que parece una telenovela de sentimientos, pasiones, y soledades melancólicas, ahí tienen "El caso Bettencourt: El escándalo de la mujer más rica del mundo".