Cómplices
Además del famoso "silencio cómplice" ¿Hay otras formas de colaborar con el mal, con el crimen? Sí, y la inacción o la pasividad en determinadas circunstancias -y hablamos de circunstancias muy trágicas y muy inhumanas- es una de ellas.
Por ejemplo, recordemos este titular de prensa: "Orban desafía a la CPI y recibe a Netanyahu en Hungría" (France24, 3/04/2025).
Esa vulneración de la orden de la Corte Penal internacional ¿Convierte a Orbán en cómplice del genocidio en Gaza? ¿Debería a su vez él ser reclamado por la justicia internacional?
Al otorgar al criminal de guerra, reclamado por la justicia internacional, el premio de su hospitalaria recepción (y hablamos del mismo sujeto que está matando y expulsando a los palestinos de su propia tierra) ¿Se coloca Orbán en algún lugar definido por la ética o en algún punto concreto de la legalidad?
Cierto es que Orbán anunció su salida del Tribunal penal internacional el mismo día que recibió hospitalariamente a Netanyahu. Pero muchos otros países y líderes europeos siguen sujetos a esa Legalidad, y en definitiva Orbán con aquella doble decisión se pone deliberadamente del lado de los criminales reclamados, y deshumaniza a los palestinos igual que esos mismos criminales.
Por cierto, esa salida de la CPI, ese ponerse al margen de la legalidad internacional ¿No es suficiente motivo para expulsar a Orbán de determinados clubes que se dicen civilizados y respetuosos del Derecho, tal como el propio club europeo?
Y otro tanto podemos decir de Trump, cómplice máximo (pero no el único) del genocidio en Gaza, y que hace poco estuvo bien a mano de la justicia internacional, jugando al golf en Escocia al tiempo que propinaba un sopapo a Europa en forma de extorsión comercial.
Quiero recordar ahora que en Francia y otros países de Europa, cuando el nazismo declinó primero y cayó estrepitosamente después, a los colaboracionistas con aquel crimen y aquel genocidio, también se les reclamó su parte alícuota de responsabilidad y de colaboración con el crimen.
Y hablamos de genocidio (ahora en Gaza, antaño en Europa), que no es cualquier cosa en la escala del crimen.
Para orientarnos y ubicarnos al respecto, deberíamos remitirnos a lo que se juzgó y condenó en Núremberg.
Que entre medias nos haya ocurrido la posmodernidad, no significa que aquel referente genocida haya perdido consistencia o que su lección se haya devaluado. Los únicos que se han devaluado son los políticos desmemoriados que han olvidado todo aquello.
Entre el colaboracionismo de Vichy y las bombas europeas que matan niños palestinos hay un cierto parentesco. La Europa de antaño colaboró en el genocidio de judíos, y hoy vuelve a hacerlo en el genocidio de palestinos. Un genocidio no borra el otro, lo duplica, y Europa se mancha las manos (y el alma) en ambos crímenes.
Borrell ya advirtió que muchas de las bombas que caen sobre los palestinos son europeas.
¿Es el colaboracionista también un criminal? ¿Debería ser reclamado y juzgado por la CPI?
He ahí la cuestión (para los juristas y filósofos), que puede aplicarse a los protagonistas de la pasividad y la inacción. O de la colaboración mediante acuerdos comerciales y venta de armas.
Y hablamos claro está de gente que no solo puede decir, escribir, o gritar, sino que pudiendo hacer no hace. Gente con poder e influencia y con autonomía suficiente para decidir ponerse del lado de la víctima y no del victimario, con actos concretos dóciles a su firma, capaces si así lo deciden de romper acuerdos y dictar sanciones (como en otros casos similares), con el poder que les hemos otorgado, y que además dicen representarnos y respetar el Derecho internacional.
Contrasta con aquel titular sobre Orbán de abril de este año este otro de hace pocos días:
"Treinta personalidades israelíes reclaman a la comunidad internacional imponer “sanciones drásticas” sobre su país" (El País).