Opinión

La batalla de Argel

La noticia decía que los franceses, tras el atentado en París, habían acudido en masa a las librerías y habían agotado un clásico...

“Hasta 1954, los musulmanes (argelinos) solo querían ser franceses; después, ya no tuvieron interés en serlo”. ALBERT CAMUS.

La noticia decía que los franceses, tras el atentado en París, habían acudido en masa a las librerías y habían agotado un clásico del pensamiento y las letras (Voltaire), en busca quizás de un manual de instrucciones para el ejercicio de la tolerancia. Hubo que reeditarlo a toda prisa y con urgencia.
Un gesto que les honra.

Esos ciudadanos franceses, que se manifestaron detrás de una fila cerrada y “selecta” de representantes (incluido algún criminal de guerra), no salieron corriendo en busca de un arma sino en busca de un libro. 

Ya es mucho.

De un autor laico, descreído y con buen humor. Un clásico del pensamiento. Un héroe de la libertad. Alguien que en su tiempo (quizás más peligroso que el nuestro) no se dejó embaucar por "listos" ni amedrentar por "fanáticos". Y vivió rodeado de ellos.

El asesinato de unos humoristas y librepensadores, movió a esos ciudadanos franceses a buscar el libro de otro humorista y librepensador. El retrato de Voltaire sobrevoló la manifestación desde lo alto de las pancartas, como estandarte amparado en un bosque de lanzas pacíficas: lapiceros.

Quizás esos ciudadanos acudieron a las librerías en busca también de aire fresco, de perspectiva, de objetividad, de independencia de criterio.

Parece que los ecos de la Ilustración se sobrepusieron a los ecos de los disparos, a pesar del trauma violento y a pesar de los negros presagios de algunas encuestas sobre el resultado de futuras elecciones.

En contraste con esta actitud, algunos colegiales franceses se negaron a guardar un minuto de silencio por el asesinato de los periodistas. ¿Lo justificaban?

Mal va el siglo XXI de Occidente.

Evidentemente no se trata de ser tolerante con el fanático (persona o personas concretas). Se trata de otra cosa.

Del fanatismo y su agresión sólo cabe defenderse. Es un acto reflejo. Pero eso no excluye la posibilidad del análisis, la capacidad de rebelarse y defenderse también de las ordenes y consignas de los "jefes" (algunos de muy dudosa catadura moral), cuando estas no se corresponden ni se derivan de un análisis racional de los hechos y las responsabilidades respectivas, o responden a oscuros intereses.

Tenemos “aún”, en nuestro ámbito “geoestratégico”, la posibilidad de cambiar a nuestros jefes, y tenemos libertad de opinión y de expresión.

Esa independencia de criterio tan deseable, es la que practicaba y enseñaba Voltaire, y la que me parece encontrar en la película de Gillo Pontecorvo "La batalla de Argel", que en estos días he vuelto a ver y que irremediablemente me lleva a recordar los hechos de París y las manifestaciones a favor de la libertad de expresión.

La película de Pontecorvo narra una historia no demasiado lejana en el tiempo, cuyos flecos podemos detectar en determinados episodios próximos y aún frescos en la memoria, o incluso en los últimos y penúltimos episodios de la capital gala.

En ese enfrentamiento por la independencia del pueblo argelino, la tortura jugó un papel importante, y precisamente con esa aberración se inicia la película de Pontecorvo.

Jean Marie Le Pen, antiguo presidente del Frente Nacional y padre de Marine Le Pen, fue acusado de practicarla, incluso por compañeros de armas.

Métodos y técnicas similares a las que luego se ha visto utilizar en Irak al ejército de Estados Unidos.
Siempre es bueno recordar al famoso "trío de Las Azores" promoviendo una iniciativa bélica de la que todavía estamos obteniendo consecuencias y esperando explicaciones.

El conflicto por la independencia del pueblo argelino, llevó en última instancia y de rebote a un intento de golpe de Estado contra De Gaulle y la República, por parte de estamentos franceses (con un importante componente de ultraderechistas y fascistas) que no estaban por la labor de descolonizar y respetar la autonomía de aquel pueblo.

Algunos “pieds-noirs" franceses fundaron la OAS (Organisation de l’Armée Secréte) en Madrid (donde encontraron refugio y apoyo) el 11 de febrero de 1961, para después impulsar un golpe de Estado contra el orden establecido: el golpe de los generales de abril de 1961.

A la OAS se la responsabiliza de atentados en Argelia y en la Metrópoli, y de más de 2000 asesinatos.
Hubo después varios intentos de asesinar a De Gaulle, hechos que forman parte, por ejemplo, del argumento de la famosa novela de Frederick Forsyth "El día del Chacal".

Como responsable de la dirección de uno de los intentos de asesinar a De Gaulle (en Petit-Clamart en agosto de 1962) fue condenado a muerte después Jean-Marie Bastien Thiry (Vieil État-Major).

El papel que jugó España o "algunos elementos" del régimen de Franco en la fundación de la OAS en Madrid y en el apoyo a sus jefes (Lagaillarde, Raoul Salan, etc.), e incluso la colaboración directa con el general Raoul Salan en el inicio del golpe de Estado contra De Gaulle y la República francesa, es un hecho que, aunque estudiado, no está muy publicitado.

Serrano Súñer acogió y protegió al general Raoul Salan en España, y un hijo de Súñer trasladó en coche al general golpista al aeropuerto, desde donde partiría para Argelia en vísperas del golpe de abril de 1961.
Aunque durante los días que duró aquella intentona hubo bastante ambigüedad y contradicciones en la prensa española, al final aquel golpe fracasó. Tras el fracaso del "putsch", la España de Franco (incluida prensa) intentó salvar los muebles y quedar bien con De Gaulle y con Francia.

Algunos de aquellos terroristas se quedaron después en nuestro país. Algunos se dedicaron a los negocios. Un contingente del éxodo que provocó aquel conflicto, fue acogido en la Comunidad Valenciana, y más concretamente en Alicante.

A algunos elementos de la OAS los vemos luego reconvertidos en terroristas de los GAL, ese invento truculento de la era felipista que acabó en asesinatos y torturas. Veintisiete asesinados, incluidas personas totalmente ajenas al conflicto vasco.

Jean Pierre Cherid, militante de los GAL y ex miembro de la OAS, murió en Biarritz el 19 de marzo de 1984 manipulando un coche-bomba durante una acción de los GAL.

Barrionuevo y Vera fueron condenados. Amedo también fue condenado a 108 años de cárcel. Galindo fue condenado a 75 años. El señor X (Pte.) nunca fue llamado a declarar.

Extrañas convergencias, oscuras compañías, siniestras complicidades de la “razón de estado”.

Decía Pierre Vidal-Naquet (que con tanto denuedo combatió la tortura en el conflicto de Argelia), que el auténtico cáncer de la democracia no es la tortura (aunque también) sino la “indiferencia” ante ella. O lo que es peor, su justificación.

Cuando uno se “acostumbra” (o le acostumbran) a una democracia cutre, al final se queda sin democracia.

Según una noticia de mayo de 2014 que leo en prensa ("Alicante inaugurará un monumento en honor de terroristas franceses de la OAS"), hace unos meses Izquierda Unida protestó por la inauguración en Alicante (municipio de Polop) de un monumento en homenaje a cuatro miembros de la OAS, incluido Bastien-Thiry. La convocatoria a la inauguración estaba firmada por un miembro del Frente Nacional de Le Pen.

Izquierda Unida pidió explicaciones al ministro Fernández Díaz. La misma nota de prensa relata que el alcalde socialista de Polop aseguró que acudiría al acto "sin ningún problema".

Entre el Maquiavelo del Príncipe y el Voltaire de la tolerancia, no hay color.

Fuentes:

  1. “España y el golpe de estado contra De Gaulle (La implicación de España en el putsch de los generales, abril 1961)”. Karima Aït Yahia. Cahiers de civilisation espagnole contemporaine.
  2. “A la sombra de Franco (El refugio de los activistas franceses de la OAS)”. Gastón Segura Valero.

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