Opinión

Autoridad moral

Era de suponer, visto el derrotero que han ido tomando nuestra política, nuestra economía, y demás altas instituciones a juego (decorosas por supuesto), que llegaría un momento, como de hecho ha llegado, en que allí arriba, en la estratosfera del poder, no habría nadie con autoridad moral para inspirar una pizca de confianza.

Del rey abajo ninguno, y del rey arriba tampoco.

Algunos hemos ido descreyendo en la misma medida en que nuestros representantes abusaban de nuestra buena fe, y así, paso a pasito, episodio tras episodio nacional, hemos ido cayendo en un agujero de negro escepticismo, quizás reversible, quizás no. Todo depende de si se toma conciencia del mal y hay intención de resolverlo. De momento ni una cosa ni la otra.

Entre pelotazos, saqueos, rescates bancarios, amnistías fiscales, y demás crisis sobrevenidas de repente que ¿seguro? nada tienen que ver con los actuales “recortes” de la “la cosa pública” (“cosa” que es la única cosa que nos une), nos hemos quedado sin “referentes” y sin “autoridad moral” que nos inspire confianza o un resto de esperanza en el buen hacer de los que tienen que velar por el bien público.

Y sin confianza no hay unión ni unidad, y sin esperanza no hay ánimo civil, de la misma manera que sin coherencia solo hay desbarajuste social y político.

Habrá otro tipo de autoridad, legal, política, policial o militar, habrá incluso miedo, pero sin la autoridad moral, sin la verdad de los comportamientos como referente compartido, dicha autoridad, por muy trabajado y trabado que sea su mecanismo, quedará envuelta en una niebla de mentiras que la desvirtúa y la torna fofa.

Ni Rajoy, colega de Bárcenas and company, ni una monarquía costosa y entregada a negocios poco claros, ni una clase política afectada gravemente por la corrupción y el privilegio (incluso cuando para los demás ciudadanos todo son recortes), inspiran el respeto de quien debe su  “autoridad moral” a sus comportamientos coherentes.

Llegan las crisis (de todo orden) y pedimos a los ciudadanos un esfuerzo, una unión, una unidad, un sacrificio, un patriotismo, en resumen un comportamiento digno que no hemos sabido fomentar y cuyo ejemplo no hemos dado.

Y cuando hablamos de moral (de la que hoy, por cierto, está muy mal visto hablar) no hablamos de moralina y aparato, ni de moral religiosa en el orden judeo-cristiano, ni de ninguna otra moral que no sea la relativa, cambiante, compartida y civil, en la que lo que se exige a los demás, en cumplimiento de las leyes, es lo mismo que uno se exige a sí mismo.

¿Pueden reclamar el cumplimiento de la Ley los mismos que la incumplen?

Pongamos como ejemplo la amnistía fiscal y preguntémonos: ¿irradia autoridad moral?

Sigo opinando que el descrédito intencionado de “lo público” (eso que nos une), junto a su deterioro vía recorte, están en el origen de la actual crisis multiforme por la que atraviesa España, e insisto en que el egoísmo antisocial y suicida de los radicales de la neolibertad, une más bien poco y está fomentando, junto a la corrupción, el deterioro de la trama social que nos mantenía unidos.

La corrupción, el saqueo, la estafa, la mentira (tan difícil de mantener hoy), son un pésimo pegamento para una sociedad, y lo único que hacen es incrementar las tensiones centrífugas y las tendencias disolventes.

¡Recordemos!

En el origen del 1-O está la corrupción, y esa no se resuelve con banderas, de la misma forma que el patriotismo no se promociona llevándose la pasta de todos a un paraíso fiscal.

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