Opinión

Apología del progre

"¿Qué ha dicho Ayuso? ¿Que somos bolcheviques?" (Manifestante de la gran manifestación en Madrid por la sanidad pública, Domingo 13 de noviembre de 2022).

Del "progre" a estas alturas del desvarío posmoderno se ha dicho de casi todo: que si es utópico, que si es buenista, como el idiota de Dostoyevski, que si es dictador... progre, etcétera, de manera que de hecho se le han achacado todos los vicios que huelan o suenen a virtud. En parte porque lo que hoy mola y se promociona es la impunidad de los altos personajes, o lo que es lo mismo, la inviolabilidad de los que mediante ese privilegio inviolable violan mejor la Ley.

Fíjense que entre quienes más usan la expresión "dictadura progre", muchos han tenido vínculos potentes con dictaduras reales.

¿Será casual?

El caso es que se la tienen jurada (al "progre") porque a algunos perseguidores les ha entrado manía persecutoria y creen que alguien (el "progre") les persigue.

Es un planteamiento raro que de entrada sorprende (ese es el objetivo), porque históricamente el "progre" ha desempeñado el rol contrario al que ahora, los reaccionarios posmodernos, le achacan. Por lo general, él es el perseguido y al que se le llama "tonto" y "buenista" si no vota como debe. O hereje y antisistema, si no piensa como la oficialidad manda.

También Vargas Llosa afirmaba no hace mucho que no se debe permitir ni tolerar que la gente vote mal. Lo cual se parece como dos gotas de agua a lo que Kissinger le dijo a Nixon en los preámbulos del golpe de Estado en Chile (1973): que los votantes chilenos (y Chile era una república con sólida tradición democrática) se habían equivocado al votar a Allende y que ellos, Nixon y Kissinger, tenían el derecho (y la fuerza) de corregir el yerro.

¡Ay, esa falta de tolerancia!

Pero resulta que, para escándalo de Díaz Ayuso y Fernando Savater, la Historia está plagada de "progres". Podríamos empezar por ejemplo por Jesús de Nazaret, progre y buenista que vino a romper unos cuantos esquemas mentales y morales de su tiempo y no solo de su comunidad. Fue además, si nos atenemos a sus dichos y hechos, uno de los primeros ecologistas. Por eso los nazis (prototipo del fascista) fueron ferozmente anticristianos además de ferozmente antisemitas. Jesús, que era judío de raza y religión y el primer cristiano por revolución intelectual, en los tiempos de Hitler habría llevado en su espalda la estrella de David y quizás habría acabado no en la cruz sino en un horno crematorio.

No sin motivo cuando Himmler (aprovechando una visita a su colega Franco) llamó a la puerta del monasterio de Montserrat preguntando por el "santo Grial", los monjes, o al menos el prior, le dieron con la puerta en las narices.

A este rabino hereje y progre llamado Jesús de Nazaret, tan molesto para el establishment de su tiempo como para el establishment del nuestro, Díaz Ayuso, que tiene bastante de senador McCarthy, no le habría llamado "progre" sino directamente "comunista". Y es que además de no decir cosas muy gratas de algunos ricos (no de todos), aquel maestro judío aconsejaba pagar los impuestos al Estado, según la ley establece.

Si alguien ha estado siempre a favor de la libertad (igualdad, y fraternidad) ha sido el progre. Siempre que no confundamos la libertad con el privilegio y la impunidad feudal, que sería un error de neófitos.

Si alguien ha estado interesado, en la historia del pensamiento, en comprender al "hombre" (con minúsculas) como un ser de carne y hueso, lleno de átomos saltarines y de defectos mundanos, ha sido el progre, que con sus ojos de aquí no era capaz de ver dioses, o si los suponía existentes de alguna forma o de algún modo, era bastante alejados de las cosas humanas y bastante ciegos.

Por ejemplo Lucrecio era un progre avant la lettre, y lo demuestra en su obra genial: "De rerum natura" (De la naturaleza de las cosas). Obra que aún sirve de inspiración y guía a muchos progres de hoy.

El abate Marchena, que lo tradujo, también era progre y exiliado. Y sin embargo, Marcelino Menéndez Pelayo era todo lo contrario: un reaccionario y además fanático que incluso aplaudía a los verdugos de la Inquisición.

Lógico es, en consecuencia, que el progre no crea demasiado en cánones morales absolutos, válidos para todos los pueblos humanos y para todos los tiempos históricos.

Claro que esto le convierte en un "relativista", que para los reaccionarios creyentes en un dios legislador (el suyo) es lo que más se parece al coco.

Digamos de pasada que Montaigne también era progre y relativista, y estudiaba con mucha curiosidad las costumbres (tan extrañas y ajenas a las nuestras) de los pueblos y tribus que se iban descubriendo en el Nuevo mundo.

Ahora bien, el progre asusta poco, porque si bien es relativista intelectual de orden empírico y reflexivo, tiene en mucha estima la Ley que los hombres se dan según la circunstancia, el lugar, y el momento histórico, con el objetivo deseable y aceptable del bien común. Lo cual le convierte en un buen pragmático y en un esperanzado demócrata. Nada que ver con el coco, y mucho menos con el catequista preconciliar y ultramontano, como algunos extraviados filósofos aseguran.

Progre y demócrata podemos considerar que era también Spinoza. Como progre que era, se entretenía puliendo lentes para ver más lejos o para ver mejor. No negaba las pasiones humanas, intentaba comprenderlas. Incluso intentaba comprenderlas "more geométrico".

Así que un símbolo adecuado del progre serían los ojos abiertos al conocimiento. Ojos que quieren ver y conocer.

La fe (y hablamos de la fe ciega), incluida la fe en el "progreso", no casa bien con los "progres".

Otra querencia del progre, que por naturaleza es juguetón e inquieto, consiste en romper moldes del pensamiento, paradigmas y eso que ha dado en llamarse sistemas. Giordano Bruno fue sin duda uno de los progres más juguetones y avanzados de la Historia, y por eso acabó en la hoguera Vaticana, que siempre fue liberticida y anti-progre.

Fue quemado por decir que había otros mundos por ahí rotando en el espacio sideral, y que podrían incluso contener vida, de forma que este mundo nuestro sería uno más en una pluralidad de mundos.

En la misma estela de rebeldía progre y rompe fronteras estaría Einstein, que también hizo añicos bastantes prejuicios, no solo de la ciencia de su tiempo sino perceptivos, introduciendo una especie de vértigo en la interpretación de la realidad al que aún no nos hemos acostumbrado, pero que hoy en día determina realidades palpables o incluso consumibles. Su obra progre fue continuada por los físicos cuánticos que dando un rodeo inusitado por los derroteros del pensamiento, recalaron en ciertas filosofías orientales, rozando casi el ámbito de la mística.

Y ya que hablamos de mística, digamos que Teresa de Jesús, de origen judío, fue en lo suyo, la feminidad inteligente y avanzada de su tiempo, muy progre, y es que leía desde niña.

Como lo fue Fray Luis de León, que también rozó la hoguera inquisitorial por acoso y denuncia de los reaccionarios que querían una interpretación o traducción de la Biblia unánime, uniforme, y como ellos (los reaccionarios) dictaban. 

Aunque también influyó (y lo vemos en su proceso inquisitorial) el hecho de que -como Teresa de Ávila- era de origen judío, y sus perseguidores querían una sola religión, una sola raza, y una vigilancia estricta no solo de la vida privada de las personas sino de la limpieza de su sangre, como ahora quieren un solo y único pensamiento: el neoliberalismo.

Este fraile poeta unía a sus muchos defectos (ya señalados) otro que nuestros posmodernos neofilósofos consideran especialmente peligroso: tenía un lado ecologista.

¿Qué retrato podemos hacer hoy del "progre"?

Es muy posible que sea socialdemócrata y aceptará deportivamente que otros no lo sean. Le gustará debatir al respecto hablando de la realidad circundante, de las desigualdades que crecen y polarizan la sociedad, de las crisis sucesivas que vamos arrastrando, de las soluciones erradas, etcétera.

Al decir que es socialdemócrata quiere decirse que es "social" (tendrá en alta estima el bien común) y "demócrata" (aceptará el resultado de las urnas y/o de las distintas combinatorias de coalición). Ergo no será dictador... progre, que es un oxímoron que venden muy barato (a precio populista) los amigos de la mentira.

Será un defensor acérrimo de los servicios públicos, que dicho sea de paso son los que más unen a un país. Los que persiguen su ruina persiguen la ruina del país.

Y será "ecologista", grupo humano e intelectual al que los reaccionarios de hoy pintan como siempre pintaron los reaccionarios a los herejes: con cuernos y rabo.

En los tiempos que corren ser ecologista, sin ser obligatorio, es intrínsecamente urgente, al menos para los más informados y lúcidos, porque la realidad que nos rodea es así: urgente y preocupante.

Pero vamos, nada del otro mundo ni nada extremadamente novedoso, porque ya Darwin, que tanto hizo por conocernos a nosotros mismos y que también era progre, ya era ecologista. Lo que pasa es que Darwin no llegó a conocer este cambio climático de hoy ni el poder antropoceno de nuestras acciones.

En un artículo reciente ("La edad de la ignorancia"), de lectura muy recomendable, Antonio Muñoz Molina nos recordaba el caso de la política Marjorie Taylor Greene, “teórica” de la conspiración y trumpista (de esa ultraderecha americana tan demente), la cual afirmaba muy seria que los incendios cada vez más destructivos de California no se debían al cambio climático sino que la causa era unos rayos láser lanzados desde el espacio exterior y financiados por los judíos.

Lo cual sale de la misma fábrica y de la misma ignorancia que cuando Díaz Ayuso, también trumpista, afirma sin rubor que detrás del cambio climático está el comunismo internacional.

El juego consiste en bajar el nivel cada vez más para poder gobernar a masas entontecidas. Aquí la telebasura ayuda mucho. Gobernar a individuos bien informados y críticos es un poco más exigente. Los tiempos que corren, de clara vocación oscurantista gracias al auge de la ultraderecha política e ideológica, vuelven a poner de actualidad libros como el de Carl Sagan: "El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad".

Sobra decir que Carl Sagan, autor de "Cosmos", también era "progre".

De todas formas, y como muy bien explicaba una articulista estos días, el fin y el medio del ecologista no es el sacrificio, sino el placer y la "buena vida". O sea, la supervivencia.

O lo que es lo mismo, el placer de la supervivencia y la supervivencia como placer, a través de una buena vida que al mismo tiempo es inteligente y persigue ese objetivo de sobrevivir lo más placenteramente y sabiamente que se pueda.

Negar la realidad o decir que no tiene remedio porque estamos llenos de defectos y somos demasiado humanos, carnívoros y cavernícolas sin solución posible, no conduce a nada.

Decía Benito Jerónimo Feijóo: ”Déjese pues a la gente ruda, esa vulgar cantinela de despreciar cuanto hay en los herejes, sólo por lo que son. Lo bueno se puede apreciar en cualquier parte que esté”.

Y es que tal como se han puesto los tiempos, el padre Feijóo resulta hoy más “moderno” que algunos filósofos de la posmodernidad.

Los que si quieren sacrificarnos y además por medio de una vida sacrificada y ultravirtuosa orientada a la explotación y la autoexplotación extenuante (extenuante del planeta y extenuante de sus criaturas) son los neocapitalistas de hoy, que no solo no cambian de rumbo, demostrarme errado, sino que quieren que los demás les acompañemos en su delirio y paguemos los sucesivos rotos.

No son nadie si no tienen alguien al que cargar el muerto y el austericidio de turno, o sea, alguien al que aplicar el castigo.

Son de hecho, como nuestros banqueros, muy de castigar a los demás.

Es la suya una doctrina que no solo enferma al planeta sino a sus habitantes.

En algunos casos hasta los extingue a una velocidad que, comparativamente, se parece a la del rayo.

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