Opinión

Actualizando el chiste

Cuando una máquina informática se peta se resetea. Cuando es todo un sistema sociopolítico el que se bloquea solo hay que actualizar el chiste.

O desconectar el cable, cosa que ya aconsejan a título individual algunos sabios admiradores de los epicúreos, que vivieron un colapso muy parecido al nuestro, y no encontraron más salida al embrollo que aislarse del entorno y cultivar un huerto. Alejado del mundanal ruido, a poder ser.

En tanto en cuanto sigamos en la vida colectiva hay que intentar descifrar el chiste en que esa vida se basa.

Nadie sabía nada. Este es el chiste más viejo de nuestro disparate actual. La condena por corrupción del PP, el partido en el gobierno gracias a la gran coalición solidaria con el PSOE y C's, ha sido una sorpresa para todos, o al menos eso dicen y se deduce de sus proclamas y actos previos, de los que el más sobresaliente fue esa gran coalición.

La misma sorpresa imprevista que si la condena hubiera recaído en el PSOE. Y una sorpresa es también que ambos partidos se apoyen mutuamente en los momentos difíciles (dicen que por responsabilidad) y se coaliguen, de forma implícita o expresa, intentando poner freno tanta sorpresa, ya que la verdad sigue avanzando y parece que no hay quien la pare.

Menos cómico o casi trágico es que aún haya ciudadanos o votantes de los coaligados que se sientan sorprendidos por este estado de cosas, o a los que se les ha abierto el cielo de repente, en dura y cruel epifanía, entre los que no faltarán tampoco quienes crean a pies juntillas que todo esto es solo una mentira posverdadera fabricada en Rusia, en su intento alevoso y continuo contra Occidente.

¡Ay la inocencia!

Y menos gracia tiene todavía que a todo un presidente del gobierno le resbale lo que dicta la justicia, y ponga toda su confianza en el olvido fácil de los votantes, esperando que una vez más laven con sus votos la cara (dura y sucia) de delitos muy graves.

¡Ay el olvido!

Cuando el olvido no es reparador sino que prolonga lo olvidado, resulta poco benéfico y nada terapéutico.

El chiste es tan viejo que hay que renovarlo con el apoyo de otros chistes anexos, como aquel que dice que el PSOE es la oposición, o incluso la izquierda, o que solo nos puede salvar del desastre que el alter ego del PP, es decir, la otra cara de la moneda de nuestra corrupción triunfante, presente una moción de censura. ¿Con que objeto? ¿Contra qué o quién? ¿Para cambiar que cosa? ¿O solo a unos por otros en el eterno bucle del bipartidismo corrupto? ¿Pues no era esto lo que habíamos apoyado a sabiendas, conociendo los enredos del señor Rajoy, cuando le regalamos un enorme balón de oxígeno?

Si alguien hasta ahora no se había percatado del grado de desastre y corrupción que hemos alcanzado, lo irá sabiendo poco a poco. 

La ocasión de enfrentarse a la verdad la pintan calva, y nosotros la hemos dejado pasar demasiadas veces. El autoengaño es la piedra en la que más veces tropezamos, coautores de nuestra servidumbre voluntaria.

Nuestra inercia no hace más que enredarnos en el laberinto. Abramos los ojos y actuemos en consecuencia si queremos escapar alguna vez de él.

Y es que no hay chiste mayor ni mayor tragedia que creer que vivimos en una democracia normal, homologable, y exportable. O como se decía hasta hace poco, que somos un modelo a imitar por otros países, y que en consecuencia nos deberían levantar una estatua consagrada a la decencia y el buen hacer. Hay que ver hasta que extremos puede apurarse una farsa.

Y farsa es que los presupuestos de los recortes, consecuencia de tanta corrupción se aprueben un día antes de la sentencia condenatoria del partido en el gobierno, para el día siguiente continuar con el chiste y la farsa, y decir -para quien quiera creérselo- que “somos la oposición".

Pocas salidas claras veo salvo que una justicia independiente y democrática (si es que tal ente existe) nos intervenga por delito de rebelión contra la patria, cometido por algunos de nuestros más señalados políticos, entre otros los que nos desgobiernan y roban casi desde que tenemos uso de razón política.

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