Opinión

Sin fútbol

Una de las identificaciones del verano, al igual que asociamos el tiempo estival a la playa  y a las vacaciones, es la de poder vivir sin fútbol durante un prolongado tiempo, que es cada vez más corto, pero suficiente para adivinar lo que sería nuestra sociedad sin disfrutar lo que algunos se empecinan en llamar Marca España por la publicidad que se hace de nuestro país en cualquier rincón del mundo.  Como si de un curso escolar se tratase, las competiciones futbolísticas están planificadas con similares estrategias a las  del sistema educativo para que el rendimiento máximo se consiga en la primavera, para después descansar y sestear en los calurosos meses de verano.  Desde la finalización del mundial celebrado en Rusia al comienzo del campeonato de liga hay un intervalo de tiempo suficiente en el que el espectáculo futbolístico desaparece de los medios de comunicación, a excepción de las intrigas de los fichajes, con la certeza de que  un año ha terminado a la espera de una nueva etapa tan ilusionante como incierta.

Cualquier estudioso de  antropología tendrá en cuenta que el fútbol ha calado en el sentimiento emocional de una comunidad, a veces para despertar sentimientos nacionalistas o en otras ocasiones para vivir las sensaciones que no dan otros espectáculos o manifestaciones artísticas. En un país, extranjero a los españoles se nos considera como aficionados del Real Madrid o del F.C. Barcelona. Así pues,  los tópicos siguen en pie, y lo más identificativo de nuestra tierra ya no el pintoresquismo de los toros y del flamenco, porque lo que más exportamos al exterior son grandes instalaciones deportivas, llenas de aficionados que vitorean a su equipo de fútbol. Son invisibles otras manifestaciones culturales, que sí son la auténtica realidad de España, como tampoco se da la importancia a la buena preparación de titulados universitarios que tienen que salir del país, por el poco interés del desarrollo de la ciencia  y la escasa inversión en I + D.

Hemos vivido sin fútbol en este verano y lo notamos sobre todo en los medios de comunicación, en la radio, en la televisión. El espacio que ocupaba el fútbol ha servido para que en esa parrilla  haya programas más serenos, menos grotescos, más culturales sin ser pedantes, sin utilizar un lenguaje de lugares comunes. En definitiva, sabemos lo que es vivir sin fútbol, sin echarlo de menos.

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