Opinión

Santiago Grisolía

Ha fallecido Santiago Grisolía que ha sido uno de los científicos españoles más importantes en la segunda mitad del siglo XX. A punto de cumplir 100 años, Grisolía con su longevidad es personaje y testigo de la historia de un país  que no valora la ciencia y que no dedica el presupuesto necesario para la investigación. Nació en Valencia y pasó su juventud en Cuenca, debido a las circunstancias laborales de su padre. En esta ciudad hay un instituto que lleva su nombre, y en cierta medida el mejor homenaje a un sabio es que haya alumnos que puedan seguir sus pasos.  En la dura posguerra consiguió una beca para estudiar en Estados Unidos. Lo que iba a ser algo temporal se convirtió en una prestigiosa carrera de investigación en el terreno de la bioquímica. Allí fue discípulo de Severo Ochoa y trabajó en las Universidades de Kansas, Chicago y Wisconsin. 

Los que somos legos en la materia pensamos que los científicos españoles son auténticos quijotes, porque asumen una mezcla de idealismo y tenacidad.  Dedican los mejores años de su vida a un duro estudio, con la precariedad del becario y con la determinación de que su tarea es vocacional. La lucha contra todo tipo de obstáculos ya viene de lejos, como le ocurrió a Santiago Grisolía, pero observamos que nada ha cambiado en el páramo de un país que no planifica otro modelo productivo que no sea el turismo y la construcción, puesto que el dinero fácil y a raudales es más llamativo y atrayente que una inversión a largo plazo, que hiciera de España un país menos dependiente de la tecnología que inventan otros. Por desgracia, esta cortedad de miras la comparten tanto organismos públicos como empresas privadas.

En 1990 fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.  Ha sido muy importante su labor en la divulgación de la ciencia, con centenares de artículos en los medios de comunicación. Los que le conocían dicen que era una persona brillante y comunicativa, siempre dispuesto a que el aprendizaje de la ciencia calara en los más jóvenes.

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