Opinión

Parques temáticos

Los parques temáticos se han instalado en nuestra sociedad como las referencias más importantes de un ocio consumista, que mezcla la diversión y la cultura.  Se revisten de la fascinación que provoca toda una ficción, con una escenografía hecha a la medida de las mejores representaciones teatrales o espectáculos cinematográficos. Así pues, cualquiera de nosotros parece estar en una lejana playa del Pacífico, en una frondosa jungla del Amazonas o  en un castillo medieval. Los parques temáticos son un ejercicio de cartón piedra, todo es artificial y aunque el espectador lo sabe, a veces no le importa, porque precisamente busca ese sucedáneo, como complemento a unas vacaciones en la playa o a la visita de una ciudad. La costa del Mediterráneo está llena de estos complejos  turísticos, y también están apareciendo con desigual suerte en las periferias de las ciudades, en ocasiones con una cierta tendencia a la especulación inmobiliaria.

El espíritu del parque temático  ha llegado al corazón de las ciudades e incluso al de los pueblos que tengan algún patrimonio histórico. En un mismo espacio están conviviendo una ciudad ficticia y otra real,  con unos ciudadanos que son rehenes por tener la suerte o la desgracia de desarrollar su vida laboral o familiar en estos privilegiados enclaves. Todos tenemos la impresión de que el ocio actual está pensado  para vagar como eternos turistas por estos parques temáticos, como ocurre con el casco histórico de Toledo. La prueba la tenemos en que a un joven le es más fácil pasar un fin de semana en cualquier ciudad europea,  gracias a los vuelos de bajo coste y al alojamiento en pisos turísticos, que sobrevivir en Toledo o en algunos de sus pueblos, pagando un alquiler desmedido  por una vivienda y sufriendo la precariedad del mercado laboral.

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