Opinión

Las rosas del sur

En un Viernes Santo en la catedral de San  Cristóbal de la Laguna, el escritor Julio Llamazares terminó su periplo por todas las catedrales de España. Un proyecto ambicioso que concluyó con la redacción de su libro de viajes “Las rosas del sur”, publicado   en 2018 por la editorial Alfaguara. Antes había escrito “Las rosas de piedra”,  obra que recoge su recorrido por los edificios catedralicios de la parte septentrional de España.   Las “rosas del sur” es la continuación de su  viaje, descubriendo la belleza de estos monumentos de  las islas, del centro y del sur del país.  En las circunstancias actuales de incertidumbre por la pandemia del coronavirus, esta obra puede ser referencia y  guía para descubrir y viajar por una España cercana, alejándonos de  ese turismo de bullicio y fiesta.

Hay grandes novelas como “Los pilares de la tierra” de Ken Follet, “La catedral del mar” de Ildefonso Falcones que han puesto en sus tramas la fascinación, el misterio de estos edificios.  Julio Llamazares reconoce que no es un historiador del arte, tampoco es un devoto de sensibilidad religiosa. Él actúa con la estrategia del viajero lego en la materia, pero que tiene gran interés por el  placer cultural que supone contemplar tal fenómeno arquitectónico.   Sin embargo,  el autor  expone con gran sabiduría didáctica y con detalle los diferentes estilos, los quehaceres técnicos,  utilizando una escritura amena, sin alardes retóricos, que únicamente conozcan los eruditos.

En la obra hay  un cierto tono noventayochista de reflejo de la vida  cotidiana, de la llamada intrahistoria que está al margen de toda oficialidad y tópico. En sus impresiones de viajero no faltan denuncias sociales, quejas sobre los excesivos precios de entrada a los edificios, de la rigidez  de los horarios, y también agradecimientos por la amabilidad del personal de esas instituciones. Nos damos cuenta de que hay grandes y pequeñas catedrales, pero todas conservan  tesoros y encantos  no solo artísticos. Al viajero le llama la atención que un modesto albañil Justo Gallego por sus propios medios y tesón haya construido una catedral en Mejorada del Campo. Le sorprende que la que fue la gran mezquita de Córdoba ahora tenga el nombre de catedral. Cuando visita Segorbe, Coria, Sigüenza, observa la decadencia de una  España despoblada y pasea por catedrales vacías al igual que están sus poblaciones. En definitiva, no le defraudará al lector leer las páginas de este libro y sumergirse en un mundo lleno de cultura.

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