Opinión

Las élites

Los lamentables hechos sucedidos en un colegio mayor de Madrid, en el que jóvenes lanzaban improperios cavernícolas, amparados en una tradición que mezclaba la obscenidad y el machismo más rancio, han provocado comentarios de todo tipo. Ha habido una crítica sin paliativos a un comportamiento que rayaba en lo esperpéntico y en lo ridículo. Las nuevas tecnologías recogen a cada instante lo que antes quedaba relegado a una escena que hubiera pasado desapercibida. En las redes sociales los gritos estentóreos, los insultos y las humillaciones hacia las mujeres se han hecho virales, a pesar de que los propios jóvenes querían quitar hierro al asunto, indicando que toda era una broma consentida por las dos partes, como acto de una tarde ociosa de chicos de una clase social acomodada, que disfrutan con tono festivo de sus primeros días de curso universitario.

Los medios de comunicación han dedicado tiempo a este incidente ocurrido en el Colegio Mayor Elías Ahuja, y en cierta medida han hecho una labor de altavoz y de pedagogía. En nuestra sociedad ya no se deben permitir las novatadas escolares ni denigrar a la mujer, del mismo modo que deben desaparecer los actos homófobos y los gritos racistas en los campos de fútbol En un programa radiofónico se preguntaban cómo estos chicos tan jóvenes utilizaban esas palabras tan antiguas, esas expresiones tan soeces, sacadas del túnel del tiempo. Pero también aseguraba algún periodista que estos alumnos universitarios, cuyas familias precisamente no sufren penurias económicas, dentro de pocos años serán las élites de nuestro país y ocuparán los altos cargos de las empresas, tendrán puestos de mucha responsabilidad, y decidirán en la vida laboral de otras personas.

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