Opinión

La vuelta al pueblo

Después de la situación de un confinamiento mejor o peor llevado, muchos son los que miran hacia los pueblos como el oasis de tranquilidad y espacios amplios y abiertos que no ofrecen los entornos urbanos. Desde minúsculos apartamentos, desde colmenas de pisos donde impera una racionalidad del metro cuadrado, se añoran las amplias estancias de las  casas de los abuelos en un mundo, a veces no tan lejano pero sí olvidado, y en ocasiones denostado. Uno de los boleros más conocidos con tono de guajira “Me voy pa´l pueblo”, genialmente interpretado por Los Panchos,  resume toda la inquietud de los habitantes urbanitas, que se han visto encerrados en una cárcel de oro, en edificaciones cada vez más bendecidas por la especulación de los precios, pero que no siempre ofrecen una mínima calidad de vida.

Las contraposiciones y diferencias entre pueblo y  ciudad las presentaba Francisco García Pavón en su novela “Las hermanas coloradas”. El personaje Plinio, policía local de Tomelloso, reflexiona “ que en los pueblos cada persona es un ser redondo, completo….pero aquí en las capitales a la gente se la columbra a cachos, a refilones”.  Ante la circunstancia de la pandemia del coronavirus, cuyas consecuencias y final todavía no conocemos, ahora se descubren las bondades de la vida de los pueblos, aunque se buscan los tópicos de un  mundo idílico que ya no existe.

Esa mirada hacia el pueblo ya no se hace con la pretensión de pasar el  fugaz fin de semana en una casa rural, sino que hay intenciones de quedarse a vivir allí. El hecho de que el teletrabajo se esté instaurando en muchas empresas  supone un aire de libertad, sin tener que llevar a cabo toda una rutina de desplazamientos donde se pierde mucho tiempo del día. Sin embargo, estos buenos propósitos a veces se desmoronan cuando aparecen los problemas de la vida de los pueblos, que  principalmente  es el abandono de la agricultura y la ganadería como un motor económico. Las otras carencias son la ausencia de servicios públicos y la mala conexión de internet, porque la mayoría de las grandes empresas de la telecomunicación tratan a los clientes del mundo rural como ciudadanos de tercera categoría.


 

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