Opinión

La pobreza infantil

Nunca he visto unos datos tan estremecedores como los de la pobreza infantil en España. Las cifras que nos llegan no son unos fríos números, más bien son la realidad de un país que se tambalea en lo referente a la calidad de vida de sus ciudadanos.  El 36% de  la infancia está en riesgo de pobreza y exclusión social,  en definitiva, uno de cada tres  niños vive una situación desfavorecida  y poco acorde con lo que debería ser la etapa más feliz de una vida. Lo más dramático es que la pobreza se hereda,  como una epidemia difícil de exterminar. Tampoco hay diferencias entre zonas rurales y urbanas, entre comunidades autónomas de primera o las del vagón de cola, porque el germen de la pobreza infantil se basa en la desigualdad social provocada por la  crisis económica o por un sistema económico excesivamente liberal, que propicia estos desajustes.

Al pensar en niños pobres, no es necesario referirnos a niños desnutridos de los países en vías de desarrollo, pero sí  debemos pensar que hay niños que no realizan una dieta adecuada en su alimentación, que no tienen acceso plenamente a los logros de una prosperidad, como objetivo de un país.  En nuestra cultura, por desgracia, hay una larga tradición que refleja la desdicha de unos niños, que corretean por las calles, que están desasistidos esperando mejor fortuna.  Todo esto lo recoge la novela picaresca del Siglo de Oro, obras maestras de la literatura como “El Lazarillo”, “El buscón” que mostraban una infancia llena de penurias, en una época en la era necesario medrar para ascender en el escalafón social.

También el cine ha recogido el panorama de la pobreza infantil en forma de cine neorrealista, en la que vemos en la pantalla el reflejo más o menos exacto de la situación de la infancia y de la juventud. En algunos casos, al encontrarse fuera del sistema de protección de la sanidad y de la educación, estos niños y jóvenes están rayando  en la marginalidad.

Comentarios