Opinión

La juventud española

Para hablar de la juventud no es necesario que recurramos a la poesía “Juventud, divino tesoro”, del libro “Cantos de vida y esperanza” de Rubén Darío, porque ya sabemos que la juventud es una  etapa placentera y fugaz a partes iguales. En este periodo de la vida todo es ilusión e incertidumbre y los jóvenes, como en la parábola de los talentos del Evangelio de San Mateo, están destinados a desarrollar unas cualidades, a seguir el camino ya trazado por las generaciones anteriores, con las ventajas de una formación académica mayor que la de sus padres. Sin embargo, si analizamos la situación de la juventud española, la conclusión es rotunda: la juventud española no encuentra su sitio. Sin ser especialistas en sociología podemos manejar los datos estadísticos de la media de edad de la población española. En la 2019 hay una media de edad de 43 años, frente a los 39 años de 1998, por lo tanto, el envejecimiento de nuestra sociedad va a marchas forzadas. Si observamos una pirámide de población, la franja correspondiente a la generación del baby boom es  la más amplia y contundente, como así lo demuestra el número de personas que tienen entre 45 y 60 años.

La relación generacional entre jóvenes y mayores siempre ha sido compleja y difícil, porque encontramos una actitud paternal y protectora de los padres, y un reproche continuo ante un complicado futuro laboral. Joaquín Estefanía en su ensayo “Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?”  reconoce en sus primeras líneas: “que el estrago mayor que ha causado la gran crisis en nuestras sociedades ha sido el truncar el futuro de una generación”. Es la respuesta ante la queja que le haría cualquier nieto a su abuelo, en una situación en la que la juventud ha sufrido mucho más la crisis económica que las generaciones veteranas. En esta misma línea otro  ensayo “El muro invisible” del grupo Politikon  recalca la frustración de los jóvenes que no pueden dejar de serlo.

Con todo,  aunque el panorama no sea el más alentador, no es un tópico decir que la juventud actual es la más preparada de la historia. No sabemos si vivirán peor que sus padres, pero sí es cierto que ya han vivido experiencias, que eran inimaginables para sus progenitores, como poder viajar por todo el mundo, disfrutar de un ocio cultural y lúdico, que años atrás estaba al alcance de muy pocos.  Han crecido es una estética de parque temático, son nativos digitales, y viven con fruición la comunicación mediante las redes sociales. Por el contrario, tienen difícil el acceso a la vivienda y conseguir un trabajo digno, para tener una calidad de vida plena.

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