Opinión

La cultura kamikaze

El teatro Pavón Kamikaze cerrará sus puertas  este mes de enero y  dejará huérfanos de cultura a gran parte de unos espectadores, que han sido siempre fieles, incluso en estos difíciles tiempo de pandemia. El teatro Pavón Kamikaze está situado en el barrio madrileño de Lavapiés, pero es una referencia tan grande en el mundo de la dramaturgia que han sido miles las personas que han disfrutado de todo tipo de montajes teatrales, desde el teatro clásico a la escena más vanguardista.  Uno de sus últimos éxitos fue la representación de  la obra “Traición” de Harold Pinter,  un espectáculo que adoptó todas las medidas de seguridad  necesarias para demostrar que el teatro es un  lugar  seguro y que la cultura es fundamental, como los productos de alimentación.

Con todo, hay que destacar que cualquier proyecto cultural es una empresa kamikaze, es decir, un negocio suicida, que es muy difícil sostener y mantener en el  tiempo.   El dramaturgo y empresario Miguel del Arco ha explicado que el motivo del cierre no ha sido exclusivamente la crisis económica, motivada por  los efectos del coronavirus.  Sin duda,  ahora han aflorado los males que ya sufrían los emprendedores empresariales en todos los sectores, como  es el excesivo alquiler que pagan por los recintos y la interminable burocracia administrativa.  Lo cierto  es que tampoco hay un mecenazgo  ni  un apoyo de las instituciones públicas y privadas, por lo que cualquier empresa cultural tiene las horas contadas en ese difícil periplo por una sociedad en la que el teatro tiene que competir con otras formas de ocio, como son esas plataformas digitales en un mercado totalmente globalizado.

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