Juventud a la intemperie

Los jóvenes están dando una lección de solidaridad y de altruismo  en los momentos en los que hay que echar una mano para limpiar barro y poder reconstruir las zonas afectadas por la DANA, con sus efectos tan devastadores en Valencia y en Letur. Precisamente son las nuevas generaciones las que asumen que el cambio climático es una realidad y que es necesario invertir más fondos económicos para este fin, y también cambiar ciertos comportamientos que los negacionistas niegan rotundamente. Sin duda, es una tarea difícil esa transición hacia un mundo más sostenible y ecológico, puesto que las altas esferas del poder político y económico no están por la labor.

A los que han nacido a finales de la década de los noventa y a principios del siglo XXI, les han llamado “la generación Z”, pero también con un sentido peyorativo “la generación de cristal”, también “generación del copo de nieve”, término atribuido al escritor estadounidense Chuck Palahniuk. Se les achaca poca capacidad de frustración ante los obstáculos de la vida y les atribuyen muchas más características que parecen surgidas de la envidia de las  generaciones mayores, que ya no disfrutan de la juventud como el divino tesoro que escribía Rubén Darío en su poema Canción de otoño en primavera. Ante las dificultades actuales hay una juventud  con problemas de precariedad laboral y dificultades para acceder a la vivienda.

La película  “Juventud a la intemperie “  de Ignacio F. Iquino, estrenada en la ya lejana década de los años sesenta, presenta problemas muy parecidos a los actuales por los que los jóvenes no pueden aspirar a un proyecto de vida.  En una de las escenas del filme hay una denuncia en la comisaría por peleas entre realquilados en un piso compartido en  Barcelona, porque “viven como sardinas arenques” según dice el parte policial.  Algunos ya solo aspiran a divertirse, a coquetear con las drogas, y sobre todo a marcar una línea con la generación de sus padres.