Opinión

La España de las piscinas

En 2016 apareció el ensayo “La España vacía” de Sergio del Molino, texto fundamental para entender el fenómeno del despoblamiento del país y los problemas del mundo rural.  El año pasado el periodista Jorge Dioni López publicó “La España de las piscinas”, libro en el que analiza las circunstancias del urbanismo de las ciudades y las formas de vida en la ciudad dispersa o fragmentada.  Posiblemente estos dos ensayos son fundamentales para entender la realidad española en la oposición de vida rural y urbana.  En el caso de “La España de las piscinas” el sugerente título tiene la aclaración de que el urbanismo neoliberal ha conquistado España y ha transformado su mapa político.

En realidad, las ciudades grandes o pequeñas van cambiando de una forma rápida, por lo que es difícil reconocer como eran antes, sobre todo si su esencia era la defensa de los servicios públicos, reclamados por sus movimientos y asociaciones vecinales. El autor reconoce que los llamados PAU (Programa de Actuación Urbanística) han modificado la configuración de las ciudades y pone ejemplos de ciudades como Valladolid, Arroyomolinos y, por supuesto, Madrid, que es el mayor ejemplo de desmembración de una villa.  Los vecinos son familias jóvenes, de clase media que disfrutan de su ansiada vivienda, tal vez alejada del centro de la ciudad y de su barrio de toda la vida.  Por contra, disfrutan de espacios comunes como la piscina, que supone un privilegio inmobiliario.  La acertada cita del poeta latino Juvenal se repite varias veces en las argumentaciones de Jorge Dioni López “Comprad una casa de propiedad en el campo. Su renta anual no ascenderá a más de lo que pagáis en Roma por una miserable buhardilla mal iluminada”.

Al leer “La España de las piscinas” entendemos conceptos que ya habíamos oído, pero tal vez no entendíamos.  Hay alusiones a términos como la ciudad dónut o la ciudad distrito federal. Las ciudades están vacías por dentro, gentrificadas debido al turismo o al excesivo precio de los inmuebles, pero en cambio se extienden de manera infinita, como así lo definió Sergio C. Fanjul en su libro “La ciudad infinita” después de sus paseos inacabables por un Madrid que ya no tenía fin. Con todo, este ensayo no es un tratado de urbanismo, más bien mantiene la tesis de que la forma de vida en las ciudades hace a sus habitantes más individualistas, sin una necesidad de servicios públicos, porque en esos barrios surgen los negocios privados de sanidad y de educación  Por eso, es estremecedora la cita del historiador británico Tony Judt, de su libro “Algo va mal”: “Si los bienes públicos se devalúan a los ojos de los ciudadanos  y son sustituidos por servicios privados perdemos  el sentido de  que las necesidades comunes  deben predominar  sobre el beneficio individual”.

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