Opinión

La economía de las canas

La economía se ha dado cuenta  de  que la población se hace mayor, como  decía el poeta Jaime Gil de Biedma  “envejecer es el único  argumento de la obra”, en su afamado poema “No volveré a ser joven”.  Así pues, el sistema capitalista con todo su aparato comercial  está inmerso en la llamada economía de las canas, la “silver economy”. Esta tendencia representa el presente y futuro de las personas mayores, debido al aumento de la longevidad como un hecho cada vez más evidente. Hay más personas mayores que jóvenes, entendiendo  que los que  pasan de cincuenta años ya han sobrepasado la tan laureada juventud. Al haber un mayor número de personas mayores,  los modelos de negocio se transformarán en gran parte de los países más desarrollados y también más envejecidos.

Los economistas dicen que ahora se abren unos nichos de negocio en relación al consumo de este colectivo, sobre todo en el terreno del ocio, que se traduce en gasto en viajes, cultura, salud, porque el nivel adquisitivo en muchas ocasiones es más elevado que el salario de una persona joven.  Lo cierto es que aquellos niños y jóvenes de la época de la transición del franquismo a la democracia se disponen a vivir la etapa dorada de su vida y la sociedad se está preparando para ello.  El paraíso terrenal lo quieren en vida  y  todo esto va a modificar desde la propia adaptación del entorno de las ciudades a unos servicios fundamentados en la salud y en la dependencia.

Con todo, hay que hablar de desigualdad, porque hay una población mayor de dos velocidades: la más envejecida, la de pensiones de miseria, a la que apenas llegan los servicios sociales, y  aquellos que sí se han podido aprovechar del estado de bienestar.  El economista Santiago Niño-Becerra comenta en su libro “Mails”   que  pensionistas en Estados Unidos tienen que complementar su exigua pensión con trabajos temporales en gasolineras o en hamburgueserías. La economía de las canas recupera la nostalgia de la música del pasado, también nos hace más conservadores, nos hace dudar entre el ahorro y la inversión, porque  se impone la seguridad al riesgo.

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