Opinión

Dignificar oficios

Ahora es el momento de dignificar oficios, de valorar la importancia que tienen muchos trabajos, de sentirse orgullo de ser obrero en una sociedad de la que siempre hemos criticado su desigualdad. En una escalada frenética por tener en lugar de ser, en un deseo ansioso por poseer en lugar de saber, hemos dado poca importancia al trabajador honrado, humilde, con nóminas siempre escuetas y  recortadas. Estos oficios han estado alejados de los modelos de éxito, donde el dinero fácil ha circulado a raudales y donde se ha valorado al rentista frente al empleado casi siempre con un contrato precario. Sin embargo, por las circunstancias actuales la evidencia es que un reponedor y cajero de un supermercado, un enfermero, el personal de limpieza son fundamentales para la vida de los ciudadanos y necesitan un reconocimiento que vaya más allá de la gratitud de unas buenas palabras.

El cine social ha presentado el  mundo del trabajo y sus conflictos como motor de sus  tramas. Lo han hecho directores comprometidos, conscientes de que con la estética cinematográfica llega mejor el mensaje.  Así pues, hay realizadores fundamentales como Ken Loach, que con películas como “Riff-Raff” y sobre todo “La cuadrilla”  de 2001 ha denunciado la situación endeble de los trabajadores británicos. En un mundo globalizado la terminología laboral o sus eufemismos son los mismos: recorte o ajuste, despido o indemnización.  Lo cierto es que la oportunidad es única y valdría la pena quitarse el lastre de la especulación y dar una calidad de vida, con unos buenos servicios públicos, y tener derecho a una vivienda digna. Sin embargo, el pesimismo no lo podemos combatir con un falso optimismo;    el excelente artículo “Contra el optimismo” del divulgador científico Javier Sampedro nos avisa: “La gente se olvidará del coronavirus, los daños económicos acabarán asumidos por las clases bajas y medias, la ciencia volverá a no importarle a nadie”.

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