El Casco Histórico: caos en Toledo

Toledo, ciudad histórica de incontables encantos, se convirtió el pasado 6 de diciembre en un triste escenario de caos y exclusión, una jornada donde el desbordamiento turístico no solo ahogó sus calles, sino también los derechos de muchos ciudadanos. La masificación que suele celebrarse como prueba del atractivo turístico de la ciudad se transformó en una pesadilla logísticamente insostenible, dejando claro que la inoperancia del gobierno y de la policía local no tiene cabida en una ciudad que aspira a ser referente de excelencia.

Lo que pudo haber sido un día memorable se convirtió en un sinsabor. Quienes teníamos entradas para disfrutar del espectáculo de luces en la catedral, un evento diseñado para realzar la magia de Toledo en estas fechas navideñas, fuimos condenados al margen por una gestión nefasta. En mi caso, y el de otros asistentes, nunca pudimos llegar a nuestro destino. La razón: calles atascadas, accesos bloqueados, y una absoluta falta de previsión y organización por parte de las autoridades.

Sin embargo, lo que resulta más indignante es que la improvisación y el descontrol afectaron con especial dureza a quienes más deberían protegerse: las personas con movilidad reducida (PMR). Contraviniendo toda normativa internacional sobre accesibilidad, los accesos para estas personas fueron cerrados, relegando sus derechos al olvido bajo una aparente excusa de seguridad. Este atropello no solo es vergonzoso, sino que refleja una preocupante falta de sensibilidad de las autoridades locales hacia los sectores más vulnerables de la población.

Por supuesto, la masificación trae beneficios económicos para el comercio local. Cafeterías, restaurantes, y tiendas de souvenirs vieron un repunte notable en sus ingresos gracias al aluvión de visitantes. Pero, ¿a qué coste? Toledo no puede permitirse ser un destino que, mientras llena las cajas registradoras, vacía de dignidad a sus ciudadanos.

¿Dónde estaba la planificación? ¿Dónde estaba la policía local para ordenar el tráfico peatonal y vehicular? ¿Por qué no se dispusieron rutas claras y accesibles para las PMR? Las soluciones no son complejas: medidas de control de aforo, refuerzo en la señalización, transporte adaptado y un compromiso serio con la accesibilidad habrían evitado esta tragedia organizativa.

Este caos no fue fortuito; fue fruto de la negligencia. Toledo merece un gobierno y una policía local a la altura de su historia, capaces de garantizar no solo la seguridad, sino también el respeto a todos los ciudadanos y visitantes. El pasado 6 de diciembre, Toledo no fue la ciudad Patrimonio de la Humanidad que tanto nos enorgullece. Fue, sencillamente, un casco histérico.

Si la única manera de llamar la atención sobre este atropello es alzar la voz desde este modesto artículo, que así sea. Toledo merece ser disfrutada por todos, no solo por quienes tienen la suerte de poder sortear el caos.

Esperemos que las autoridades tomen nota. Y que quienes sufrieron este desprecio, algún día, reciban algo más que el frío consuelo de una disculpa tardía.