Opinión

La posverdad

La sociedad que edita el Diccionario Oxford ha escogido en 2016 "posverdad" (post-truth, en inglés) como palabra del año. Toma el relevo de la palabra selfie y es un término que intenta reflejar las circunstancias actuales en las que la verdad y los hechos influyen menos en la opinión pública que las creencias personales y las emociones. Una palabra cuyo uso se ha multiplicado por veinte en los medios impresos británicos tras la victoria del Brexit y de Donald Trump, alcanzadas ambas con discursos públicos preñados de mentiras.

El concepto devenga derechos de autor. Lo inventó hace seis años David Roberts para referirse a los políticos que negaban el cambio climático contra toda evidencia científica, difundiendo la mentira no por desconocimiento sino por oscuros intereses. Es verdad que el engaño en la política no nació con el cambio climático, faltaría más, pero se ha intensificado y extendido más que nunca en los últimos tiempos. Sale gratis y, además, discurre con gran libertad sin los contrapesos que en otros tiempos lo combatían.

Paradójicamente, conforme avanza la sociedad de la información estamos más desinformados. Gran parte del conocimiento de la realidad nos llega a través de internet, una red que jerarquiza la información a base de algoritmos que no buscan la verdad sino multiplicar el número de impactos. La pantalla diluye ante nosotros los perfiles de las noticias y los buscadores nos muestran con la misma fisonomía el bulo de un iletrado y el analítico artículo de un premio Nobel. Y en las redes seguimos y buscamos seguidores que afirmen nuestras verdades más que a aquellos las pongan en cuestión.

Y mientras tanto, aunque no todos ni de la misma manera, los medios de comunicación vamos sucumbiendo. Y no sólo al dictado del algoritmo y del clic. Dedicamos más tiempo y recursos a cubrir ruedas de prensa que a investigar, pagamos encuestas para saber qué se cuece en la sociedad mientras recortamos el número de periodistas que pisan la calle para conocerlo de primera mano, contrarrestamos declaraciones con otras declaraciones en vez de ponerlas frente al espejo de los datos, y, de esta manera, vamos construyendo verdades que publicaremos y tendremos que desmentir al día siguiente: El Brexit saldrá derrotado, Los colombianos avalarán el acuerdo de paz, Ganará Clinton... Eso sí, en nombre de la posverdad explicaremos el día después lo que ha sucedido con la misma templanza con la que explicamos la víspera lo que creíamos que iba a pasar, con un desparpajo semejante al que emplean muchos políticos al colarnos sus mentiras.

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