Para qué seguir con el juicio

El presidente del Gobierno, jurista de reconocido prestigio y larga trayectoria en estrados, ya ha dictaminado, en mitad de la celebración del juicio, que "el fiscal general del Estado es inocente y más con lo que se ha visto en el juicio". Yo no sé a qué aguardan los paniaguados magistrados de la Sala Segunda del Supremo para dar por concluido el juicio, absolver al fiscal general del Estado y cerrar el caso pidiendo disculpas al fiscal, al presidente, a los periodistas que dicen que saben quién lo filtró, que "no fue el fiscal", pero ni lo publicaron - a pesar de que podía hundir a la presidenta de la Comunidad de Madrid- ni lo quieren decir para salvar al fiscal general de una posible condena injusta. Y, por supuesto, mandando a Pernambuco al juez que se atrevió a instruir la causa, cerrando la UCO y toda la policía investigadora y, de paso, señalando en la conclusión de la sentencia que la culpa es del PP, que está a las órdenes de Vox. Y de Franco, por supuesto, que nos dejó unos jueces conservadores. Aunque se hayan muerto todos. Memoria histórica.

El presidente, que no se enteró de nada de lo que hacían Ábalos ni Santos Cerdán, ni Leyre, ni de los billetes que corrían por Ferraz, entrando y saliendo en sobres, había encargado a su ministro de Justicia que pusiera en fila india los jueces y les fuera leyendo la cartilla: aquí se hace lo que decimos nosotros y el que no lo haga, es un facha. Parece que no va a ser posible porque no cuenta ni siquiera con los apoyos precisos para aprobar ninguna ley, con la espantada de Junts, hartos de que les tomen el pelo, prometiendo lo que es constitucional y democráticamente un disparate, y con la amenaza de Podemos, que huele sangre en el PSOE y en Sumar y que quiere imponer el comunismo viejuno pero dictatorial. Decía Antonio Escohotado, nada sospechoso de formar parte de la guerrilla fascista, que "es increíble que hayan ensayado la vía de Marx en 60-70 países y que a todos les haya ido no mal, lo siguiente. Y sin embargo, ahí están".

Sin Presupuestos en toda la legislatura, sin mayoría para gobernar y para aprobar leyes, con multitud de leyes bloqueadas, imprescindibles para recibir fondos Next Gen, sin Parlamento, con el entorno familiar y político en el banquillo o al borde de él, con el PSOE investigado, con las encuestas dejándoles en la irrelevancia, sin otro objetivo que hacer crecer a Vox para hacer daño al PP, con las grandes cifras de la economía por las nubes, pero con la mayor cifra de ciudadanos en exclusión social, una desigualdad creciente y escandalosa y millones de personas que no pueden llegar a final de mes ni pensar en casarse o en comprar una vivienda, entre otras cosas porque no las hay, el presidente Sánchez se agarra al sillón y como el casposo Felipito Tacatún de los años 70 insiste: "yo sigo". Que no haya Parlamento, le puede beneficiar: ni rendición de cuentas ni control. Con el apoyo, no olviden, de ERC, de Bildu, del PNV, de Sumar y de, aunque hagan el paripé, de Podemos. Y con Vox entrando al trapo.

Y, por supuesto, para esa aventura sobran los jueces, una investigación independiente y un proceso con todas las garantías. Estorban. Para eso están algunos periodistas y, sobre todo, Pedro Sánchez, el juez máximo dispuesto a acabar con la independencia de la justicia y la separación de poderes. Si está él, para qué queremos nada más.

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