Opinión

Unas elecciones generales diferentes

¿Quién dijo que estas elecciones iban a ser un trámite, que no cambiaba nada y que los resultados serían los mismos? Podemos, que aspira a ser ...

¿Quién dijo que estas elecciones iban a ser un trámite, que no cambiaba nada y que los resultados serían los mismos? Podemos, que aspira a ser la segunda fuerza política de este país, ha fagocitado a Izquierda Unida que renuncia a su rol por un potencial puñado de escaños. Está por ver si los votos de unos y de otros suman o restan. El PSOE no sólo tiene un líder que ha fracasado en el intento imposible de formar gobierno, sino que se niega a ir al Senado con Pablo Iglesias -se lo comería en un pis pás-, pero busca hacerlo con sus socios que, a su vez, le hacen una cierta cama a Iglesias, mientras los barones del PSOE callan pero recelan de Sánchez. Aunque sea una apuesta difícil, hay que saber si Pedro Sánchez llega vivo a las elecciones, si Susana Díaz le va a asestar o no el golpe de gracia y si Mariano Rajoy persiste en el error de ser la cabeza electoral del PP a la que disparan todos. Mientras, Albert Rivera desaparece de la escena estudiando cómo presentarse ahora ante los votantes del PP y del PSOE que le votaron antes para nada. Incluso los políticos de la Generalitat vienen a Madrid más que nunca y hasta hablan con el Gobierno "de Madrid" o se pelean entre ellos por los impuestos. Puigdemont no es Más ni parece que lo vaya a ser nunca. Salvo Rajoy, inamovible, y Sánchez y Rivera diciendo que, sea cual sea el resultado, no pactarán nunca con él -en el lenguaje político "nunca" no existe"-, nada es como era. Posiblemente tampoco lo sea el voto de los españoles.

Lo que sucede es que todavía unos y otros siguen hablando de puestos y de reparto de cargos, de pactos para llegar al poder -en los ayuntamientos de Barcelona o de Madrid, por ejemplo- pero cada vez hablan menos de lo que preocupa a los ciudadanos: la creación de empleo, la búsqueda de inversiones que creen más empleo -al revés; en algunos casos, los nuevos ayuntamientos están echando a los futuros inversores-, los pactos en temas candentes como la educación, la justicia o la sanidad, etc. Lo del "programa, programa, programa" de Julio Anguita es historia y lo que cuenta ahora es dónde voy en las listas que me garantice salir elegido.

El debate de las ideas huye, al menos hasta que empiece oficialmente la campaña electoral que, esta vez, sin duda, a va a ser muy importante. Los partidos no son capaces ni de reducir -o mejor, concentrar- la campaña ni de ponerse de acuerdo en gastar menos dinero. Pero esta situación, sin que se vislumbren acuerdos ni pactos está frenando el optimismo de los empresarios españoles y de los mercados exteriores que ven que el crecimiento español se cae poco a poco y se puede ralentizar aún más. Nadie de la izquierda sale a explicar cómo los socialistas quieren derogar la reforma laboral en España y la aprueban en Francia por decreto. Nadie de la extrema izquierda sale a contar cómo pretenden aplicar en España un programa que ha fracasado en Grecia de manera terrible para sus ciudadanos. Nadie de la derecha propone ninguna rectificación a los errores que les han llevado hasta donde están ahora. Los ciudadanos tenemos otra vez la palabra y tendremos que pensar muy bien qué queremos que sea este país, qué queremos que hagan por nosotros aquellos a los que vamos a elegir.

Comentarios