Opinión

Este año, dos cruces de nuevo

Los bancos de alimentos siguen siendo la última esperanza de muchos ciudadanos. Las colas ya no son noticia, pero siguen estando ahí. Sin las Cáritas parroquiales, cientos de miles de españoles estarían a la intemperie porque les falta lo indispensable para comer, para pagar la luz o la casa. Hablamos de sobrevivir en medio de esta gran crisis. Sin la Iglesia y sin tantas ONG que se desviven en la acogida de los exiliados ucranianos de la guerra salvaje e injusta que ha desatado Putin, la tragedia personal sería aún mucho más grave. Hablamos de solidaridad, de escucha, de apoyo en la búsqueda de empleo, de centros para mayores, de atención a los enfermos en hospitales, de una salida para tantas mujeres víctimas de la trata salvaje obligadas a ejercer la prostitución, de inmigrantes sin papeles y sin trabajo, de menores sin familia, de jóvenes delincuentes y muchos más en situación de exclusión social intensa, de vagabundos, de expresos sin trabajo… Ahora que todos estamos obligados que hacer la declaración de la Renta, tenemos en nuestras manos la posibilidad de hacer que una pequeña parte de nuestros impuestos, el 0,7 de nuestra cuota íntegra, vaya donde más se necesita. Dos casillas de esa declaración pueden decidir que las ONG y la Iglesia Católica puedan seguir desarrollando una labor impagable, un trabajo que no hace nadie, que ese dinero llegue a personas con nombres y apellidos. Lo decidimos nosotros.

La pandemia, lo ha dicho la voz incontestable de Caritas, ha condenado a once millones de españoles a la pobreza severa: la fractura social, la desigualdad es innegable, crece. Cada día hay más ciudadanos, unos pocos, que viven mejor, que ganan más y muchos millones que no llegan a fin de mes, que necesitan ayuda para sobrevivir. La pobreza en los hogares de extranjeros en nuestro país es tres veces mayor que en las casas españolas.

La Iglesia y las ONG son transparentes en la gestión de ese dinero y rinden cuentas anualmente de manera exhaustiva. El año pasado 8,5 millones de españoles, católicos en su mayoría pero también de otras confesiones o sin creencias religiosas, marcaron la casilla de la Iglesia. Cuarenta mil más que el año anterior, aunque por causas de la crisis, el dinero final, 295,5 millones, fue menor por causa de la crisis. Es apenas una tercera parte de la financiación de la Iglesia, pero es un dinero fundamental para atender causas sociales que 24.500 sacerdotes y religiosos, 100.000 catequistas, 70.000 voluntarios de Caritas y 11.000 misioneros desarrollan cada día. La Iglesia católica atendió el año pasado a cuatro millones de personas. Cáritas a millón y medio. Las ONG a varios millones.

No cuesta más, no vamos a pagar más, no nos van a devolver menos dinero si marcamos las casillas de la Iglesia y la de otros fines sociales. Al contrario, nuestra ayuda se multiplica. No es dinero que da graciosamente el Gobierno de turno. Lo decidimos nosotros, cada contribuyente. Cada euro que vaya a la Iglesia o a las ONG es dinero que llega de forma callada, silenciosa, segura a los que lo necesitan. Es dinero para mitigar la pobreza, para la justicia social. Son instituciones que, con aciertos y errores, siempre tienen las puertas abiertas para los refugiados de las guerras y para los desplazados por las crisis. Ellos siguen acogiendo y dando de comer cuando nadie lo ve. Marca las dos casillas este año de nuevo. Si no lo has hecho nunca, hazlo por primera vez. Hay que tejer refugios para convivencia y la solidaridad.

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