¿A quién representan?

Pedro Sánchez fía su resurrección política al ámbito internacional porque en España ni puede salir a la calle ni hay ningún acto público en el que, salvo que lo rellenen sólo con militantes socialistas con autobús gratis y bocadillo de nocilla incluido, no salga abucheado e insultado. No lo va a tener fácil salvo que vaya a países de África, como Mauritania, o a alguno de Hispanoamérica como Venezuela o la República Dominicana.

En Europa lo va a tener difícil. Ya le han calado y saben de quien depende. Hasta Meloni tiene más prestigio, más peso político y más reconocimiento que él. Lo de intentar colar el catalán como lengua oficial contra el sentido común y los intereses generales de Europa, sólo por exigencia de su socio de cabecera Puigdemont y con el compromiso de pagar la cuenta con el dinero de todos los españoles, le ha llevado a perder siete votaciones, hasta ahora, y la reconvención de varios países, empezando por Alemania. Sumen a eso su posición ante la OTAN, el intento de engañar a todos con el gasto en defensa, el varapalo por la ley de autoamnistía o por su intromisión ilegítima en la OPA del BBVA al Sabadell. 

Pero hay otro conflicto, que apenas ha llegado a los medios y que le vuelve a tener como protagonista. España es el único país europeo que no ha ratificado la ley electoral europea y eso impide su aplicación por todos los estados miembros. ¿Y saben por qué? Porque, entre otros cambios, la ley prevé la introducción de un umbral electoral obligatorio que varía entre el 2 y el 5 por ciento para la asignación de escaños en países de circunscripción única. ¿Y saben por qué no firma España, es decir, Sánchez? Porque esa normativa dejaría sin representación en el Parlamento Europeo a partidos como PNV, ERC, Junts, Bildu, BNG. El PNV, al menos, le ha dicho a Sánchez que eso no se firma. Y Sánchez obedece. ¿Saben quién votó a favor de esa reforma en 2018? Pedro Sánchez, por supuesto. En aquel momento hubo unanimidad de los veintisiete países miembros. No sólo España es el único país que no ha reformado su reglamentación electoral, es que impide a los otros veintiséis aplicarlo. El Parlamento Europeo va a requerir a España para que cumpla y se comporte lealmente. Elegir entre la lealtad a Europa y seguir en el poder no va a ser fácil para quien depende de lo que le manden quienes apenas representan menos de un dos por ciento del total del país.

Algo parecido habría que hacer no ya a nivel europeo sino nacional. Quienes no tienen ni el dos por ciento de los votos a nivel nacional y no buscan el bien común sino intereses antiespañoles condicionan no solo la formación de un Gobierno sino infinidad de decisiones que benefician a unos pocos y perjudican a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Bien está que en la cámara de representación territorial, el Senado, estén todas las comunidades autónomas con el peso proporcional que les corresponde. Pero al Congreso sólo deberían llegar partidos que tengan una representación significativa del total nacional y que defiendan los intereses nacionales. 

Esa reforma de la ley electoral, y otras que ya son imprescindibles, las deberían abordar los partidos tras las futuras elecciones generales para evitar que unos pocos no sólo condicionen la polìtica nacional y hagan prisionero al Gobierno de turno sino que redacten de su puño y letra leyes que les van a beneficiar sólo a ellos. 

¿A quién representan los que dicen que nos representan? Sin Europa, sin jueces honestos e independientes que no miran el color político de los delincuentes políticos y sin los medios de comunicación que denuncian los abusos del poder, desde Ábalos a Montoro, esto sería Venezuela. O peor. Afortunadamente es una democracia. Con muchos problemas, pero con esperanza de cambio.

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