Último pleno, ¿último viaje?

Presumiblemente, Pedro Sánchez no estará el martes en el último pleno del Congreso de la temporada -nada excesivamente relevante, excepto la 'leña' que PSOE y PP se van a dar a cuenta del 'affaire Montoro'-, ni en la que quizá sea última o penúltima reunión del Consejo de Ministros del período de sesiones. El presidente vuela hacia América Latina, en un viaje a cuatro países con no demasiado contenido, pero viaje de Estado al fin; no le quedan muchos en cartera. Y luego, a La Mareta, en el que quizá sea también su último veraneo oficial en la 'residencia de descanso' en Lanzarote. Pero antes, tendría -¿lo hará?- que rendir cuentas a la prensa sobre lo actuado y sucedido en estos últimos siete meses. Que, ciertamente, no ha sido, para bien y sobre todo para mal, poco.

Sí, Sánchez se va a hacer las Américas a Chile, Uruguay, Paraguay y Ecuador, un periplo para nada imprescindible, pero siempre he dicho que no seré yo quien critique los viajes de Estado del presidente: en todos ellos se mantienen contactos que pueden ser beneficiosos para nuestro país. Me diría usted que esta 'escapada' es eso: una manera de huir de los problemas domésticos que le cercan. Puede que algo de eso haya, pero yo no sería tan drástico: un viaje oficial necesita tiempo y recursos para prepararlo y desarrollarlo, no es algo que se improvise.

Pero sí, en efecto: la situación interna está que arde para el PSOE y el Gobierno, y no estoy seguro de compartir las opiniones que dicen que el estallido del feo 'caso Montoro', por el cual se van a sacudir de lo lindo, me barrunto, PP y PSOE en el Congreso este martes, significa un cierto respiro para el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Lo que ocurre es que aquí la opinión pública está al último escándalo que salga, y queda mucha Audiolandia por delante, me temo. Y mucho escándalo para tapar al del día anterior.

A mí lo que de veras me preocupa es la salud moral de la política de este país: que, desde los escaños de la derecha a los de izquierda y viceversa, se pasen el día llamándose 'corruptos', 'mafiosos' y unas cuantas lindezas más no redunda precisamente en la credibilidad de nuestros representantes. Máxime cuando los ciudadanos intuyen que esas acusaciones de bancada a bancada algo tienen de cierto: así, ¿cómo va a respetar la ciudadanía a quienes están ahí gracias a sus votos y sus impuestos y luego de forma tan poco digna se comportan?.

De manera que no es absurdo pensar que, en la última oportunidad, al menos hasta el momento, de hacer del Parlamento algo serio, aunque se trate de un 'pleno escoba', todo se nos va a ir en hablar de chorizos con corbata de seda, de prostitutas y de tráficos de influencias. Y lo peor, ya digo, es que razones no faltan para lanzar tales exabruptos.

El caso es que la mayor responsabilidad de conducir la parte gubernamental de Congreso (donde espero poca asistencia gubernamental) y Consejo recaerá presumiblemente en la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, poco dada, como está sobradamente demostrado, a la concordia con los de enfrente. Y nuestros padres de la patria disfrutan mucho más con el duelo a garrotazos que, por ejemplo, debatiendo dónde irá a parar la Agencia estatal de la Salud Pública, o no se qué regulaciones sobre el régimen fiscal de Canarias o sobre el reforzamiento del sistemas eléctrico, que es lo que está en la agenda oficial de la Cámara Baja este martes.

Y así acabamos el curso, con el presidente quizá preparando, a su regreso, la tradicional rueda de prensa de final de período político -no se sabe si la hará o no; no hay información al respecto, y ciertamente esta comparecencia tiene elementos para dar mucha pereza al atribulado Sánchez-. Y, desde luego, preparando su marcha a La Mareta. Él sabe que quizá sea este el último agosto en la residencia canaria o en el Coto. Pero algo similar se dijo el año pasado y aquí seguimos como siempre. Quosque tándem abutere, etcétera.

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