Sánchez: el miércoles, segundo 'round'
Es de suponer que Pedro Sánchez ha leído con avidez las críticas y reparos que los medios, incluyendo los próximos, pusieron al desarrollo del comité federal del PSOE del pasado sábado. Quien esperase medidas contundentes se equivocaba: casi nadie conoce bien a Sánchez.
Y la importante reunión del máximo órgano del PSOE entre congresos se cerró en falso, con unos cuantos nombramientos, una inoportuna dimisión, una bronca al 'disidente' (Emiliano García Page) y muchas apelaciones a la lucha contra la corrupción. Muy poca cosa para la que está cayendo. Así que forzosamente, una vez vistas las reacciones, 'el capitán' Sánchez tendrá que ensayar un segundo acto. Y ello será este miércoles, 9, en el Congreso de los Diputados.
Con cuantas críticas se le puedan hacer -y yo se las hago, sobre todo desde un punto de vista ético y legal--, hay que convenir en que Pedro Sánchez sabe un rato largo de política. O, al menos, de esa política tan suya, que consiste en colocar la verdad en parajes indescifrables de la mentira. Sánchez ve las orejas al lobo, pero se niega a entregarse a él. El primer acto, el comité federal del sábado, por muchos aplausos que cosechase el líder fue algo parecido a un fracaso, o llámelo usted como quiera, menos éxito. Hablar ante los convencidos tiene menos mérito, menos riesgo, pero también menos recompensa, que combatir con los rivales y ganarles. Por eso, el miércoles...
Sánchez domina bien el ámbito parlamentario, que ha contribuido, por cierto, a degradar de modo notable. Se bate bien con el enemigo a base de no dejar títere con cabeza y hacer que la elegancia de la política sufra no poco. Y sabe también cómo sacar constantes conejos de la chistera, aunque luego esos conejos escapen raudos de la promesa a la realidad del incumplimiento. Supongo que este miércoles, en la segunda parte de la representación, ensayará fórmulas que dejen desconcertada a la oposición, que, mayoritariamente representada por el Partido Popular, ha salido fortalecida del congreso del PP de este fin de semana. No del todo fortalecida, dicho sea de paso, sino que ha salido como se suele salir de los congresos: con aplausos y entusiasmos, pero con poco contenido de futuro.
Pero el discurso clave de Feijóo no era el de la clausura de su congreso este domingo, por muy vitoreado que fuese; Feijóo también se la juega este miércoles, en una comparecencia en la que dará la talla como líder de una oposición capaz de gobernar sin ceder nada a cambio ni a populismos ni a nacionalismos intolerablemente exigentes. Supongo que, a estas alturas, el presidente del PP ya sabe qué apoyos puede esperar -ninguno- para derrocar la mayoría Frankenstein de Sánchez después de las urnas, donde las encuestas siguen dando como vencedor al PP, pero sin la mayoría que necesita: Feijoo tiene que ganar con votos, no con alianzas.
Porque lo más presumible es que Sánchez, si no acaba tirando la toalla por un desgaste personal que se le adivina, revalide, con cuánta inestabilidad se quiera, tales alianzas. Y la exclusiva sociedad con Vox, no había sino que darse una vuelta este fin de semana por el congreso del PP; beneficia poco a este último.