Opinión

Sánchez, a la conquista

Los socialistas andan nuevamente de elecciones internas, ahora para ocupar las secretarías y las comisiones ejecutivas en algunas regiones. El nombre del ganador en, por ejemplo, Valencia o Madrid resulta muy significativo para saber si Pedro Sánchez controlará o no algunas de las más importantes federaciones del PSOE tras haber ganado las primarias y el congreso la pasada primavera. Y estos días registran, aunque se note poco, una considerable agitación interna en la principal formación nacional de la oposición; pensar que todo se ha pacificado en el PSOE con Sánchez en la secretaría general resultaría simplemente utópico.

Lo cierto es que, tras las pasadas convulsiones internas, el PSOE atraviesa, en la superficie, una especie de momento de apatía, de cansancio tras las luchas intestinas que primero destituyeron a Sánchez y luego le hicieron regresar. Ahora, los congresos regionales vuelven a agitar las aguas, no tanto por quién controle determinadas federaciones, sino por ver hasta qué punto se extienden sobre ellas la influencia y el poder del secretario general, que poco a poco ha ido apartando a sus enemigos internos de los puestos de mayor influencia. Nadie quiere, en estos momentos, ni podría aunque quisiera, disputar el liderazgo a un Pedro Sánchez que se ganó esforzadamente y en buena lid el retorno al principal despacho de Ferraz. Pero sería poco realista desconocer que los resquemores, las tensiones y los descontentos siguen, aunque el equipo de Sánchez se esfuerce por mantener una apariencia de normalidad.

Ocurre, no obstante, que, aunque con sordina, se mantienen voces disidentes, disconformes, por ejemplo, con las ‘recetas’ del secretario general para Cataluña y con su falta de concreción a la hora de detallar qué reformas constitucionales serían las adecuadas para tratar de resolver el problema catalán. Tampoco la ‘excesiva’ aproximación a las tesis del PSC comandado por Miquel Iceta convence a todos los dirigentes territoriales, que, por otro lado, han experimentado una convulsión con, por ejemplo, el paso dado por el presidente castellano-manchego, García-Page, introduciendo a miembros de Podemos en su Gobierno regional. Un paso, por cierto, que ha sido bien acogido por Sánchez, quién sabe si como el inicio de un camino hacia nuevos acuerdos autonómicos, y no solamente locales, con la formación morada.

¿Es el inicio de una nueva política, de una aproximación general hacia el partido encabezado por Pablo Iglesias? De momento, las fuentes consultadas en Ferraz —Sánchez se muestra particularmente poco explícito con los medios— aseguran que no pueden sacarse «conclusiones apresuradas». Pero tampoco niegan tajantemente ni discrepan en público de quienes, en Podemos, dicen que la única solución para el PSOE (y para Podemos) es una alianza ‘de gobierno’ de ambas formaciones de izquierda.

La cuestión no es, ciertamente, baladí. Y mucho dependerá de los ‘contrapesos regionales’ al poder de Sánchez en el partido. Por lo pronto, el secretario general, que no es diputado, se ufana de controlar un grupo parlamentario que en principio se adivinaba díscolo y trata discretamente de extender su influencia a todas las organizaciones regionales. ¿Lo logrará? Esa puede ser una de las grandes cuestiones del verano, un verano en el que de ninguna manera, te dicen, Sánchez renunciará a sus vacaciones, por muy atareado que esté con la ocupación de todo el poder.

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