Opinión

Más vacunas y menos política mala

Creo percibir una cierta indignación ciudadana ante la ingente fabricación de una política de vuelo gallináceo por parte de casi todas nuestras formaciones políticas, unas dosis que ya no podemos consumir más, por indigestión. En cambio, la exigencia generalizada de vacunaciones más rápidas y organizadas parece tropezar con un muro de silencios e incompetencias que trasciende, es verdad, nuestras fronteras, pero que no por ello puede consolarnos ni servir de justificación a nuestras autoridades: esperaba más de la nueva ministra de Sanidad, Carolina Darias, la verdad, como esperaba más de la eurocracia que comanda Ursula von der Leyen.

El caso es que aquí, en vez de cerrar filas frente a un virus que, tras arrasar con las minivacaciones de semana Santa, amenaza también al turismo -y por tanto a la economía_ de verano, nos dedicamos a paralizar el país desangrándonos con mociones de censura inútiles, ridículas y, además, fracasadas, un juego de tronos que a ningún sitio lleva. Y a convocar elecciones que son consecuencia directa de esas mociones, creo que orquestadas nada menos que desde La Moncloa.

Tampoco las elecciones madrileñas, como las catalanas, servirán probablemente para nada excepto para presuntamente empeorar las cosas, haciendo que un populismo de extrema derecha venga a co-gobernar la Comunidad políticamente más significativa de España. De la misma manera que los comicios de febrero en Cataluña han servido para que todo dependa nada menos que de los antisistema de la CUP: estamos en vísperas de la sesión de investidura en un Parlament catalán que promete ser un foco -aún mayor- de problemas para el Estado.

Pero, volviendo a Madrid, debo decir, por cierto, que yo sí me creo -estoy escuchando muchas tertulias que dicen que no, y le equiparan en cuanto a fiabilidad con Pedro Sánchez: me parece injusto- la afirmación del candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Angel Gabilondo, asegurando que él no pactará con el extremismo de Pablo Iglesias para ocupar el sillón de la Puerta del Sol. Si cumple su palabra, y a la vista de las encuestas, el volatinero líder de Unidas Podemos habrá dado un paso decisivo hacia su apartamiento de la política, y entonces ya tendríamos un motivo para alegrarnos de que los madrileños vayan a las urnas. Máxime cuando un rechazo a una coalición PSOE-UP en Madrid tendría un reflejo debilitador en la coalición que gobierna en España.

En fin, que en el peor momento para hacer política nos estamos hinchando a fabricarla y, encima, marrullera y defectuosa: si quiere más ejemplos, ahí tiene a los dos partidos mayoritarios en España, el PP y el PSOE, en sendos duelos internos a garrotazos en Andalucía, los socialistas para deshacerse de Susana Díaz, los `populares` para debilitar a Moreno Bonilla, parece que con ese maestro en todas las conspiraciones llamado Javier Arenas revoloteando por ahí. Lo que nos faltaba. Y a todo esto, Ciudadanos, el partido que debería haber sido bisagra para la gobernación en un centro-izquierda o en un centro-derecha, al borde de su desaparición por las torpezas de Albert Rivera, primero, y de Inés Arrimadas, que ya debería haber dimitido, después. Menos mal que tenemos a ministras enfrascadas en el duro trabajo político de dictaminar en el contencioso Rociíto-Antonio David Flores: estamos salvados.

El panorama es desolador, como supongo que comprobaremos este miércoles, una vez más, en las increíbles sesiones de control parlamentario al Gobierno: ya digo que seguiremos, si nadie lo remedia, fabricando política de la peor, infumable, enconada e intragable. Ahora, eso sí, el noventa por ciento de nosotros sigue sin vacunar y desconfiando absolutamente de las promesas oficiales de que la mayoría ya estaremos inmunizados para junio o julio. ¿Cómo creerles, cuando todo lo paran por un quítame allá esta moción, aquella puñalada trapera?

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