Opinión

Malo, muy malo, cuando...

Hay muchas cosas que no me acaban de encajar en la marcha hacia nuestros abismos interiores. Porque me parece malo, muy malo, cuando...

-Los grupos parlamentarios de oposición se permiten, y pueden permitírselo, acusar al partido gobernante de haber montado una `policía política`.

-La gente se escandaliza al pensar que hay escuchas policiales ilegales y ex policías (o policías ya jubilados) que hacen negocios traficando con lo que saben en función de sus cargos. Y que los ciudadanos piensen que hay numerosos dossieres oficiales u oficiosos simplemente falsificados.

-Espían el despacho del ministro del Interior y no pasa nada. Se declaran secretos los informes que llevaron al cierre de un banco -perdón, a la venta por un euro- y no pasa nada. Se aborda, quién sabe por qué, el yate de un futbolista famoso y nadie informa de nada. Se compran urnas y se silencia quién es el vendedor.

Y es malo, muy malo, que...

-Alguien se permita echar el alto -o decir que lo ha echado, lo que no es del todo exacto- cuando la Guardia Civil y un fiscal anticorrupción acuden a un Parlamento regional, por muy catalán que sea, en busca de datos del personaje que encarna (presuntamente, claro) la corrupción oficial que durante años ha azotado a la Generalitat y sus satélites. Hablo, presuntamente, claro, de Germá Gordó, menudo presunto, pero podría hablar de otros bastantes.

-Los más altos representantes del Estado en un territorio, por muy catalán que sea, se atrevan a falsear la realidad, desoír la legalidad, violar todas las leyes de transparencia, manipular medios y quizá encuestas, desafiar a ese Estado.

-Se vuelva a hablar de Franco para lo que sea, de Companys para lo que convenga, del Ejército para advertir y que se citen muy frecuentemente unos artículos de la Constitución, los del palo, y no otros, los de la zanahoria. Y no hablemos ya de cuando se falsea, en estos mismo capítulos, la Historia.

-Un presidente del Gobierno central diga que ya no puede dialogar con un presidente autonómico, por muy catalán que sea, hasta que se haya producido el choque de trenes. Y lo peor es que seguramente tiene razón: no hay diálogo posible.

Y, por cierto, tampoco ayuda mucho el que...

-Se incrementen los rumores sobre posibles nuevas inculpaciones por corrupción en el campo de la política, en el del deporte y en el de la gran empresa. O quizá los tres sectores resulta que están entremezclados. Lo que, claro, no justifica la pena infamante que le cae encima a quien, por fin, es atrapado por la justicia: ¿quién avisa a las televisiones para que capten, es su obligación, las capturas?

-Nadie intente atajar la demasía y el mal gusto de las redes sociales cuando gamberros (vamos a llamar así a los desalmados) anónimos se lanzan como cuervos sobre el cadáver de un juguete roto.

La verdad, pone uno una cosa de estas que cito tras otra, y los pelos se erizan, tiesos como escarpias. Y podría poner muchos más ejemplos de este ejercicio de la infamia nacional. Malo, muy malo.

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