Opinión

La España que dronó

Mis alumnos ocasionales están acostumbrados a escucharme que el sesenta por ciento de ellos trabajarán en puestos de trabajo que hoy ni siquiera se han inventado: "a ver quién se iba a imaginar hace cinco o seis años que se podría uno ganar la vida siendo piloto de drones, por ejemplo", les digo. La velocidad con la que nuestro mundo cambia nos pilla a contrapié. Por eso, el Código Penal no define bien algunos tipos delictivos del presente, impensables hace menos de una década, y ahí está ese debate sobre rebelión y sedición, por ejemplo. Y en los aeropuertos tienen halcones listos para interceptar a pájaros que pueden poner en peligro la navegación aérea. Pero, sin embargo, como acabamos de ver, no pueden hacer casi nada contra los drones invasores del cielo.

Vaya usted a saber si por un concepto imbécil, con perdón, de la gamberrada, o si con propósitos más delictivos, un par de drones, parece que ni siquiera demasiado sofisticados, paralizaron dos horas el tráfico de aviones en el aeropuerto de Barajas, uno de los más importantes de Europa y del mundo. Y es que, simplemente, no estamos preparados para cosas como una invasión maliciosa de drones que pueden trastornarlo todo. Estamos entre la España que dronó, moderna y tecnologizada, y la España que se frenó, que carece de una legislación adecuada para defender, en muchos sentidos, al Estado.

Es esta última la España que nos duele. La que se retrasa en educación -los estudios de robótica, sin ir más lejos, se abandonan antes del Bachillerato, y la Formación Profesional sigue en estado de postración, digan lo que digan las autoridades académicas- ; la que aún mantiene posturas atávicas en muchas cuestiones sociales y las desigualdades económicas que los países europeos más avanzados ya han superado, al menos en el grado de magnitud que a nosotros nos agobia. Es la España que dronó frente a la España que se empantanó en algunas arenas movedizas.

Todo, o casi todo, es nuevo, políticamente nuevo quiero decir, en esta España que inicia la XIV Legislatura más imprevisible de nuestra Historia. Incluyendo en estas inciertas perspectivas un ejemplo tan sectorial como esa legión de drones que utilizan los particulares casi sin trabas. Porque, ya digo, frente a la irrupción de lo nuevo, algunas de nuestras leyes sustanciales, incluyendo en algunos aspectos nuestra Constitución, se están quedado viejas. Y tiene que venir un energúmeno, cuya identidad aún, a la hora de escribir este comentario, desconocemos, para demostrarnos, a dronazos, los peligros de permanecer estancados.

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