Opinión

La crisis que nos aguarda tras el 'pico'

Puede que esta semana que comienza lleguemos, de verdad, al 'pico' de contagios y muertes y empiece el lento descenso. Puede. Paralizar casi por completo un país es una medida que refleja el fracaso de otras políticas menos agresivas, y es algo que necesariamente tiene que dar resultado. Porque ya no queda otra salida. España se encamina esta semana de confinamiento casi absoluto hacia los siete mil muertos por la pandemia (el veinte por ciento del total mundial), los cuatro millones y medio de parados nuevos, los dos mil detenidos por incumplir las normas restrictivas. Los hospitales están colapsados, sobre todo en Madrid, el Wuhan español, los sanitarios al borde del agotamiento y del contagio masivo. Las acusaciones de que el Gobierno no ha funcionado bien proliferan, lógicamente: hay que buscar culpables, lo sean o no, para socializar el sufrimiento.

Así no podemos continuar muchos días. España, hay que recordarlo, no es China. La 'policía de los balcones', que insulta desde ellos a cualquier transeúnte sin conocer las circunstancias que le obligan a estar en la calle, tiene que cesar, lo mismo que algunos excesos, aislados, que salpican el magnífico comportamiento de las fuerzas del orden: no puede ser que los ciudadanos se sientan en momento alguno en un estado policial. Cada día que Sánchez aparece en nuestro televisores muestra un aspecto más alarmante, lo que es exactamente lo contrario a tranquilizador. Como ya no tranquiliza la explicación cotidiana de las 'curvas' de Fernando Simón. Hay que ensayar otra cosa, otros mensajes.

La primera conclusión es que el fallo principal quizá haya residido en la centralización excesiva a la hora de afrontar la crisis. Se restringió la iniciativa de las autonomías. El lehendakari Urkullu, a quien nadie podría acusar de ser un político irresponsable, pidió, molesto con el Gobierno central por el brusco anuncio de la paralización total en toda España, que cada autonomía decida qué actividades se paran. Y Núñez Feijóo, que es otro gran activo en nuestra política, decidido saltarse restricciones emanadas del Ministerio de Sanidad a la hora del reparto de mascarillas, otra de las catástrofes de estos días. Torra no: Torra ha dado una muestra más de su oportunismo al felicitarse en público, desde su confinamiento, porque el 'Estado' se ha visto obligado, gracias a él, a decretar el confinamiento total: menudo falsario, con perdón. ¿Es con ese señor con quien queríamos hacer una mesa de negociación en la que nos jugábamos el futuro del país?

Sé que la idea puede ser discutible, pero, a mi parecer, ocurre que probablemente no debió generalizarse el cierre casi total. Hay autonomías mucho menos afectadas por la pandemia que podrían, manteniéndose desde luego severas medidas cautelares, cooperar más a la productividad del país. Creo que así lo piensa la patronal y, en privado, algunos líderes sindicales en no pocas autonomías.

Lo fácil --entiéndaseme: toda decisión es ahora difícil-- es lanzar un 'diktat' obligatorio para todos. Pero no habremos enfocado bien el Estado de las Autonomías hasta que no comprendamos de una vez que suponen diecisiete realidades distintas, con distintas posibilidades, diferentes necesidades y aspiraciones variadas. Y que la coordinación territorial es algo más que un ordeno y mando 'urbi et orbi'. Ay del Gobierno --que insisto: está pidiendo a gritos una remodelación ministerial-- si el 'pico' no empieza ya a bajar de una manera inequívoca. Ay de nosotros.

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