Opinión

Estamos alarmados, vaya si lo estamos

A las quince horas de este viernes comenzó la aplicación del estado de alarma en Madrid. Cientos de miles de personas habían escapado, tratando de salvar el puente festivo, horas, incluso minutos, antes de que la policía comenzase los controles de quién salía y quién entraba en la Comunidad. La CAM en la que seis millones de personas quedaban confinadas bajo condiciones no bien especificadas, haciendo honor así al caos que han vivido la capital y ciudades aledañas en los últimos días.

Ahora también oficialmente. Pero hace ya algún tiempo que, se lo confieso, estaba alarmado. El espectáculo de incompetencia, desinterés por el bien de los ciudadanos, sectarismo y falta de ideas que han dado todas las partes en litigio, el Gobierno central por un lado, y la presidencia de la Comunidad, por otro, hace muy difícil poder culpar más a unos que a otros, por mucho que algunos sectores 'frentistas' se empeñen en defender a un lado y demonizar al otro.

Faltan palabras para explicar a la luz de la razón y del sentido común lo ocurrido en esta guerra, que es política mucho más que sanitaria. Renuncio a ofrecer al lector una cronología de los muchos despropósitos que, ya antes de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anulase las medidas de semi confinamiento decretadas por el ministro Illa, se estaban produciendo desde ambas orillas.

Se lo anuncio desde ahora: seguro que esta abrupta declaración del estado de alarma en Madrid, devolviendo el golpe a los tribunales, tendrá consecuencias políticas. Tanto en lo concerniente a la percepción de la cada vez más escasa separación de poderes como en lo relativo al peso específico del ministro de Sanidad y de la presidenta de la CAM, Isabel Díaz Ayuso. Puedo constatar fehacientemente que la paciencia de los habitantes en esta Comunidad en la que habito ha llegado a su límite y se me hace difícil pensar que los ciudadanos cumplirán masivamente con su deber cívico de acatar las medidas que se impongan. El choque frontal de dos administraciones llevado al límite empobrecerá a muchos y mucho me temo que no redundará en una mejora del estado físico y moral de las buenas gentes que han votado y siguen pagando a quienes se dicen sus representantes.

Sí, somos muchos, creo, los que estamos alarmados. Por la alarma decretada 'manu militari'. Y por muchos otros motivos que afectan a la gobernación del país, bien desde el gobierno central, bien de muchos autonómicos, bien desde la oposición, en lo que le compete. Definitivamente, la pandemia ha sido demasiado para las pobres posibilidades de organización, diseño, sacrificio y autoridad que tienen nuestras autoridades, tan acostumbradas a actividades mucho más rutinarias, mucho más miserables, placenteras y seguramente mucho más rentables, que la heroicidad que requiere una adecuada gestión en favor de la población. Una vez más, así lo han demostrado. Definitivamente, este viernes fue un mal día. Uno más. Otra jornada que nos mantuvo alarmados. Ahora, por decreto.

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