Opinión

La España rosa, negra...

La verdad es que estamos acostumbrados: los gobiernos, y quizá aún más este de Pedro Sánchez, suelen presentar horizontes rosáceos, insistiendo en lo bien que lo han hecho y lo están haciendo; las oposiciones, no sé si especialmente la de Núñez Feijóo, recalcan los perfiles más negros del futuro y del presente, achacándolos a la deficiente, o hasta desastrosa, actuación del Ejecutivo. Este lunes, víspera de un muy cacareado 'cara a cara' en el Senado este martes, tanto Pedro Sánchez como Feijóo, casi a la misma hora, en La Moncloa el uno, y en el foro Europa Press el otro, repetían el escenario de la España del amanecer rosáceo frente a los negros nubarrones: parecían dos países distintos los que retrataban los dos hombres más poderosos en la política española. Olvidando quizá que hay que escribir, en una página aún en blanco, la España del porvenir. ¿Darán este martes en la Cámara Alta muestras de haberlo entendido?

Lo primero que parece una seria anomalía es que este encuentro en el Senado constituya, por lo infrecuente, una noticia de primera página; en los países con normalidad democrática, en los que los engranajes de la política funcionan normalmente, el contacto entre el Gobierno y las oposiciones --no digamos ya con el líder de la oposición-- están normalizados, si no regulados con mayor eficacia que en España. Tuve ocasión de preguntar a Núñez Feijóo sobre el particular este lunes, y la verdad es que no me respondió, pienso, con la suficiente contundencia ante la falta de respuestas del Gobierno a las exigencias y sugerencias que le llegan del PP. En todo caso, carece de sentido decir desde el Gobierno que se escucha a 'la gente' si no se comienza por escuchar a quien representa el voto de algo más de cinco millones de españoles.

Creo que Sánchez es consciente de ello y de la negativa influencia sobre la intención de voto que tiene atacar desde diversos Ministerios a la figura del líder de la oposición, que puede, así, presentarse con la rentable figura de una víctima. De la misma manera, me parece que Feijóo sabe que el 'no a todo' lo que hace el Gobierno ni es creíble ni es útil para sus intereses. Así que lo lógico sería un acercamiento al menos aparente entre ambos, lejos de tensionar hacia la derecha o hacia la izquierda sus respectivas posiciones. He dicho que sería lo lógico, no que vaya a ser lo más previsible, aunque Feijóo hizo este lunes un esfuerzo por extremar su talante moderado, como Sánchez lo hacía en La Moncloa, ante sus cincuenta 'invitados' (y las cámaras de televisión, claro), tratando de adquirir un perfil más de maestro amistoso y bondadoso que de 'uno más' entre los ciudadanos.

¿Quién ganará este debate en el Senado? Creo que la pregunta no es siquiera pertinente: si uno u otro se empeñan en salir triunfantes sobre el adversario, los perdedores seremos nosotros, los ciudadanos, los empresarios, esa clase media trabajadora por la que Sánchez dice afanarse: el Gobierno tiene que desgastarse en el ejercicio del poder, no trabajar para reafirmarse en él. Y la oposición no puede afanarse solamente por mejorar más sus posiciones en las encuestas. Me siento obligado a esperar mucho de la altura política de quienes ostentan, porque se lo han ganado en las urnas, la máxima representación de eso que ahora tanto se invoca, 'la gente'. O sea, usted, yo y quienes nos rodean. Mucha, mucha gente.

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