La España que nunca dimite

Creo que consta que el aún fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, ha querido tirar la toalla, marcharse, varias veces en los últimos meses de agonía. Pero, cuando empieza su inédita, escandalosa, comparecencia ante el banquillo acusado de revelación de secretos, el fiscal más polémico, situado en el puesto que siempre ha sido el más controvertido, sigue ahí, quizá porque no le han dejado irse. O quizá porque se siente, o le han convencido de que es, inocente. Se ha convertido, en todo caso, en el ejemplo más actual del país resiliente, presidido por el Resiliente por Antonomasia, la España de los mazones, los gallardos, que se aferra al puesto, porque se lo permiten, hasta que ya es demasiado tarde.

Si me preguntan, digo que, desde luego, no estoy seguro de la culpabilidad de García Ortiz: el relato de aquella filtración sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso es demasiado fluido, lleno de pruebas apenas circunstanciales. No estoy cualificado para emitir un veredicto de culpabilidad; que lo hagan, como lo hacen, otros. Y los jueces, que para eso están, creo. Tampoco pienso que el valenciano Mazón merezca los gritos de "asesino" con los que le obsequiaron algunas gentes que asistían al funeral por las víctimas de la dana; lo que pasa es que Mazón no quería dimitir y ahora, a punto de recibir el impacto de la declaración ante un juzgado de Catarroja de la periodista Maribel Vilaplana, con la que estaba en las horas del desastre, se tambalea. Demasiado negligente, sí; asesino, claro que no.

Mi tercer ejemplo para ilustrar el diagnóstico de 'la España que nunca dimite*a tiempo' es, claro, Miguel Ángel Gallardo, secretario general del PSOE extremeño, que ha decidido, contra viento y marea, concurrir a las elecciones convocadas por la presidenta María Guardiola en esta Comunidad. Gallardo, contrario a la figura del aforamiento (dijo), pero, sin embargo, acogido a ella, está bajo investigación por su presunta 'ayuda' , más allá de lo razonable, de lo ético y de lo estético, a la carrera profesional del hermano del presidente del Gobierno; sí, ese que, aparentemente (Sánchez, al menos, no pudo negarlo cuando se le preguntó directamente), residía en La Moncloa mientras decía vivir en Portugal.

Antes, se decía que el imputado, el investigado, el que tenía enredos judiciales, no podía ser candidato en elección alguna. Hoy, la relajación evidente de las normas morales en política dice otra cosa. Digo yo que el clima en torno al candidato socialista extremeño se irá haciendo más y más irrespirable: el batacazo será obvio. Como se ha hecho insufrible para Mazón, que no podrá ser candidato en las elecciones valencianas. O lo será para García Ortiz, que, sea culpable o inocente, no podría seguir en su cargo de enorme responsabilidad por aquello de que el máximo vigilante de la pureza legal no puede ser piedra de escándalo o de sospecha para la ciudadanía, por mucho que la ciudadanía se vaya acostumbrando a lo peor y sea cada día menos exigente en cuanto a las reglas.

Y es que no es bueno un país 'resiliente', que se empecina en permanecer en la poltrona -pues claro que lo digo por Pedro Sánchez, que es el gran ejemplo de tan polémica 'virtud'-contra elementos y evidencias, mucho más allá de lo que sería razonable, sin limitaciones de mandato ni cortapisas de carácter democrático. La España de los mazones, los gallardos, los garcíaortices, los sánchezcastejones. Esta es la que, hoy por hoy, tenemos.

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