Opinión

El Gobierno Twitter

Ya solamente lo ocurrido en la última semana del año, y lo que ocurrirá en las dos primeras de este 2020 con el que se inicia una década impensable, resulta suficiente para decir que cambiará sustancialmente nuestras vidas. Las de todos; no crea que usted se librará de ello. El análisis de todo lo ocurrido daría para un libro 'a lo John Reed', en plan 'los diez días que cambiaron España'... quizá para peor. Porque ahora, aunque reconozco que hay aspectos muy concretos que me resultan esperanzadores en el programa alumbrado por Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, no me atrevería de ninguna manera a decir que nuestras vidas cambiarán para mejor, y ojalá me equivocase.

Hoy, escribiendo en el último día del año y con la reflexión de lo que han sido estos doce meses y de lo que serán los doce venideros, solo quiero fijarme en un dato, dejando para otro momento el análisis pormenorizado de tantas cuestiones poliédricas: los periodistas no estábamos allí para contarlo. Coordiné hace un año un libro en el que más de un centenar de compañeros 'de los del 78' aportaban su visión de lo que fue una era que ha estallado en pedazos. Se titulaba 'Los periodistas estábamos allí para contarlo'. Nunca nos facilitaron demasiado la presencia, pero jamás, como ahora, se nos vetó el estar allí. Para verlo con nuestros propios ojos, no con los de quienes hacen la narración oficial.

No nos dejaron entrar -de preguntar ya ni hablamos, claro_, y me refiero a lo ocurrido este lunes en el Congreso de los Diputados, que no es solamente, claro, de los diputados, y menos de 'algunos' diputados, a uno de los actos que más trascendencia puede tener en lo que nos ocurra a todos los españoles, catalanes, por supuesto, incluidos, en los tiempos venideros. La primera vez que se forma una coalición de izquierda en ochenta años. Y los chicos de la prensa, del lado de fuera. Se han apropiado del Ejecutivo, han paralizado el Legislativo y han secuestrado al Judicial (a ver qué nos dice Marchena, solo nos queda ya Marchena*). A nosotros, que algún día tuvimos la pretensión de llamarnos el cuarto poder, ni entrar nos dejan ya en los salones donde los poderosos se felicitan y aplauden por haber logrado, como fuere, una prórroga en las poltronas, dicho sea con el debido respeto.

Y sí, claro que en algún momento, cuando ya esté todo consumado, darán alguna rueda de prensa, quizá incluso con algo más de dos preguntas. Y nos harán, ellos, el famoso relato de cómo fueron estas horas de opacidad, en las que quienes tratamos de ser intermediarios ante la opinión pública fuimos, simplemente, anulados. Cuando ya esté todo consumado nos dirán que nosotros, que al parecer somos para ellos como la caverna, criticamos el avance, ese Gobierno de progreso al que alguno se atrevió a llamar Gobierno Frankenstein (bis), otros Gobierno de coalición de la nueva izquierda renacida, el Gobierno del insomnio*Yo lo llamaré el Gobierno Twitter, porque nos gobernará, como Trump hace con esa prensa que tanto le molesta -y perdón por las comparaciones--, a base de tuits, de mensajes triunfalistas de ciento ochenta caracteres en las redes sociales. Las preguntas, por favor, al buzón de las preguntas, que conecta directamente con la papelera. Y los espíritus críticos, al rincón.

No sé si se dan cuenta, pero están enalteciendo el papel de los medios de comunicación como la voz disconforme a la que se da relieve a base de ponerla sordina. Veo que son pocas, y lo lamento, las organizaciones corporativas que protestan ante la opacidad tenaz, ante la descalificación explícita de 'tertulianos' y comentaristas, ante el desplante sistemático a los medios incómodos. Hemos aprendido muy poco, los unos y los otros, de todo lo vivido. Yo hoy, escribiendo, ya digo, en el último día de un año nefasto que se va, me siento un poco más lejos, un poco más marginado; en algún momento pienso en tirar la toalla, hala, que me jubilo, y me repongo al instante: empiezo hoy mismo a escribir 'diez días y unos cuantos años que nos cambiaron España'. A los periodistas, desde luego, y salvo rectificación inmediata, para peor.

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