Una de las dos Españas

Vienen días en los que los dos principales partidos nacionales, cada uno, naturalmente, por su lado, prometen reflexionar a fondo sobre sus planteamientos, sobre sus tácticas y sus estrategias, al tiempo que cambian algunos rostros quemados. Sería una excelente oportunidad para volar más alto y abordar una regeneración política a fondo, en la que quien gobierna ejerza efectivamente el gobierno -que no es la mera permanencia en el mismo- y quien lidera la oposición busque la manera más eficaz de ejercerla en bien del país, no del partido.

Ya sé, ya sé que el planteamiento, pensar que nuestras formaciones políticas, especialmente aquella más desgastada por la tarea de ejercer el poder, puedan lanzarse a un debate que lleve a conclusiones no cortoplacistas ni egoístas es, lisa y llanamente, una utopía. Pero hora es de que la utopía ocupe también un espacio en nuestras crónicas, en nuestras esperanzas y en nuestras exigencias a nuestros representantes. Porque esto, simplemente, y lo que digo es un clamor, no puede seguir así.

Ignoro qué planteamiento llevará Pedro Sánchez ante el comité federal de su partido. Si va a seguir culpando a los medios 'fachosféricos', a los jueces, a la UCO o al PP de las desgracias que aquejan al PSOE, estará cometiendo uno más de los garrafales errores que caracterizan su trayectoria de las últimas semanas. Puedo, en cambio, colegir algo de lo que dirá Feijoo, lanzado a un permanente diagnóstico sobre lo mal que lo hace el Gobierno, y no le falta razón, claro, pero me parece que el mero diagnóstico no da votos. Y cambiar en la secretaría general a Cuca Gamarra por, digamos, Miguel Tellado, tampoco creo que conmocione a la conciencia política de la ciudadanía, la verdad.

Tengo -no hay otro remedio- esperanzas en las posibilidades de regeneración de la vida política que pueda ir aportando el Partido Popular, aunque, si he de ser sincero, no espero mucho de este congreso del partido, como, en el otro lado, no espero gran cosa del desarrollo, habitualmente aplaudidor y lisonjero para el jefe, del comité federal, coincidente en el tiempo con la 'cumbre' del PP. No soy quién para dar consejos, ni me gusta hacerlo, pero sospecho que la gente de la calle se interesaría mucho más por un congreso 'popular' que prometiese medidas concretas para cuando llegue al Gobierno, y no se limitase a una actitud reñidora para con sus rivales socialistas, por mucho que la opinión pública pudiese, ahora más que nunca, compartir la bronca al gobernante. Necesitamos cosas más tangibles.

Estoy deseando escuchar al PP decir, por ejemplo, que renovará todos los altos cargos 'okupados' y los sustituirá por gente de valía profesional contrastada, que no dependa de la mera carrera política y que pueda consensuarse con el otro bando. Estoy deseando escuchar al PP hablar de medidas para regenerar nuestra democracia, desde procurar un pacto para arreglar las cañerías de la Constitución y aprobar leyes de defensa del Estado hasta poner en marcha un plan de reforma de la ley electoral, de desbloqueo de las candidaturas electorales y de limitación del período de mandatos.

En definitiva, el PP necesita un programa electoral creíble que ofrecer a los españoles y no solamente insistir en que se celebren ya las elecciones. Del PSOE, bloqueado, dolorido, que ahora se lamenta de su mala suerte, temo que podemos esperar poco afán de revolución en actitudes y planteamientos: no hay más que ver el rostro crispado de Sánchez para darse cuenta de que, ahora, y con él, poco se puede hacer en plan regeneracionista. Así, es del PP, que este fin de semana realiza un congreso que debería ser de casi refundación, pero que me temo que va a ser más bien continuista, de quien estamos autorizados a esperar más. No nos falles, Feijoo.