Opinión

Ciudadanos: cierre por liquidación

Hay que inventar algo nuevo

Ni imagina siquiera el lector el esfuerzo que me cuesta hablar del cierre, por consunción, o por liquidación, de un partido como Ciudadanos. En un momento determinado representó una voluntad liberal en la mejor acepción de la palabra, un intento de centrar a la sociedad española.

Recuerdo haber mantenido alguna conversación con el fundador del partido, Albert Rivera, hoy claramente enfrentado con la actual dirigente, que me horrorizó por la magnitud del error en el que se estaba situando: en lugar de pretender convertirse en un eslabón de apoyo para formar mayorías quiso ser él mismo la mayoría, desbancando a partidos con más historia e implantación. Rivera, a quien muchas culpas hay que echarle por la agónica situación que vive su partido, está hoy fuera del mismo. Su sucesora, Inés Arrimadas, también ha cometido no pocos errores: el peor, a mi juicio, tratar de sostenella y no enmendalla. Pues que recuerde a Rosa Díez y a aquella más que olvidada UPyD.

España necesita urgentemente una oposición. No un conjunto de voces que cada miércoles, en las sesiones de control en el Congreso, se limiten a regañar al Gobierno y a fortalecer al presidente Sánchez a base de pedirle que cese a Pablo Iglesias, el ‘poli-malo’ que deja, así, un confortable hueco para el ‘poli-bueno’, o sea, el propio Sánchez. Eso ya está dejando de funcionar y supongo que en algún momento hasta los maquiavélicos asesores presidenciales se darán cuenta de que no es posible seguir con el ritmo de provocaciones y deslealtades de los ‘coligados’: una pesadilla, como nos anticiparon quienes luego darían cobijo y alfombra roja a los ’morados’ para que no nos dejasen dormir.

Esperaba ayer de Arrimadas, en su comparecencia en la Cámara Baja —de Pablo Casado y su pirueta con la sede de Génova ya hablaremos—, un discurso más trascendente, más de futuro. Pedir el cese del vicepresidente ‘y-ya-está’ es un tiro al sol. Ella sabe que, con su renuncia a permanecer en Barcelona liderando la oposición catalana tras su victoria en 2017, las puertas corrían el riesgo de cerrarse; ahora le han pillado los dedos.

Me sorprende que Casado no haya empezado ya a propiciarle una salida honrosa, para ella y para los suyos, en los ahora no tan confortables despachos del PP (a saber dónde se ubicarán esos despachos, y si habrá para todos). No sé si el PP debe refundarse, que creo que sí, pero habría de hacerlo junto con Ciudadanos, en un movimiento generoso de fusión —no, no le llamen absorción, que eso complica las cosas—: porque ¿acaso sabría alguien recitar diez puntos programáticos importantes en los que los ‘naranjas’ chocasen con el PP?

Ya digo: ignoro a dónde irá a parar la próxima sede del PP, y no me parece eso lo más importante. Sé que la sede de Ciudadanos durará muy poco. Y que Arrimadas tiene ahora, tras intentar ‘despodemizar’ al Gobierno, una tarea para la que no tenía ni fuerzas ni iniciativas bastantes, que contribuir ‘centrar’ al PP, reforzándole: los dos, manteniéndose por separado y sin la menor autocrítica ni un sincero deseo de renovación, tienen muy poco que hacer. Es preciso acelerar el encuentro que ya se ha producido en algunas comunidades autónomas y en no pocos ayuntamientos.

Creo que deberían, como algún ‘popular’ notable me ha dicho, instalarse de una vez en la segunda Transición y reinventar una nueva Unión de Centro Democrático, con vocación de ser eslabón entre una izquierda posible (la del PSOE) y una derecha montaraz que, dicho sea de paso y con alguna esperanza, me parece que pronto cambiará sus mensajes de perfiles más duros. Y los del PP, que sigan aferrados a sus siglas, si los magos de la imagen no les recomiendan otra cosa. Pero que cambien todo lo demás, aparte de la ubicación de su domicilio.

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