Opinión

El automovilista solitario

Estamos ante una nueva aparición de Pedro Sánchez, ahora en una localidad sevillana cuyos militantes socialistas dicen que son esencialmente hostiles al liderazgo de Susana Díaz, que andará a esas mismas horas de 'gira preelectoral interna' (uufff*) por la provincia de Cádiz. Pocos kilómetros de distancia física y muchos de diferencia no ideológica, sino estratégica. Los medios vamos a ocuparnos bastante de ambos, de lo que digan, de sus proclamas acerca de la necesaria unidad en medio de la ruptura... y el caso es que aún ignoramos si uno y otra van a presentarse o no a unas elecciones primarias en el PSOE que ya tienen fecha, mayo. Pero no otro candidato oficializado aún que Patxi López, que ha saltado el primero al ruedo y contra el que ya se han lanzado algunos miuras caseros y varios vitorinos del lado contrario: todo son lanzadas contra el ex lehendakari y ex presidente, efímero, del Congreso de los Diputados.

O sea, que el PSOE, que sigue siendo el segundo partido de España, el que, aunque sea con ayuda de otros, gobierna en autonomías como Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Aragón, Comunidad Valenciana, Asturias y Baleares, es un gigante con pies de barro y cabeza a pájaros. Y la presencia, dicen que irritada y vengativa, de un Pedro Sánchez que es como un niño enrabietado con una caja de bombas, recorriendo distintas agrupaciones al volante de su automóvil, no contribuye precisamente a aquietar las aguas en el partido que fundó, hace ciento treinta y ocho años, Pablo Iglesias (Posse, no confundir con otros).

Me aseguran quienes han hablado a fondo y cara a cara recientemente con él -pocos periodistas pueden acceder ahora a su entorno- que Sánchez se ha irritado tanto con ese lanzamiento al ruedo de su ex seguidor Patxi López, a quien por lo visto llama "traidor" sin ambages, que habría vencido sus últimas dudas y ahora se decanta(ría) por presentarse a esas primarias frente al vasco y quién sabe si también frente a la andaluza. Perdería yo así varias apuestas; me resultaba, y me resulta, difícil creer que Sánchez se meta en una confrontación que perderá con seguridad y en la que el oleaje interno en el PSOE se va a encrespar mucho más.

Porque lo cierto es que el ex secretario general del partido hasta el pasado 1 de octubre ni se habla con muchos, ni muchos, en la histórica formación, le hablan. Las relaciones entre él y personajes como el presidente de la gestora, Javier Fernández, o los presidentes automómicos Lambán, García-Page, Fernández Vara o, claro, Susana Díaz, están rotas, como lo están con Alfonso Guerra, Felipe González, Pérez Rubalcaba, Ramón Jáuregui o la mayoría de los 'históricos' a los que tanto marginó cuando mandaba.

Y algo de razón tienen sus detractores, porque la verdad es que, en sus menos de treinta meses al frente de la secretaría general, Sánchez ha contribuido a dejar el partido hecho unos zorros, y no hablemos ya del parón que sufrió la política española durante un año gracias a su 'no, no y no' a cualquier entendimiento con el Partido Popular, que se empeñaba, qué le vamos a hacer, en ganar las elecciones, aunque fuese de manera insuficiente. Cierto: la cobardía inicial de muchos 'barones', que no se atrevieron a chistar ante la catástrofe que venía -cuántas veces algunos escribieron/escribimos que Sánchez iba hacia el evidente suicidio--, también ha sido muy culpable de lo ocurrido. Si, en lugar del 'no' tajante y a veces descortés a Rajoy, los socialistas hubiesen accedido a formar una 'gran coalición', Pedro Sánchez ahora sería vicepresidente del Gobierno y ministro de Exteriores (es lo que le ofrecieron desde La Moncoa) en un Gobierno desde cuyo interior se impulsaría el escaso ímpetu reformista de su presidente, que sería, como ahora lo es, en parte reforzado por los errores de Sánchez, no otro que Mariano Rajoy.

Y la única persona que desde el comienzo de su trayectoria, aunque contribuyese inicialmente a auparlo, se posicionó contra Sánchez, un Sánchez empeñado en equivocarse en tantas cosas desde los primeros pasos, fue Susana Díaz. Que no traspasa, dicen, la 'barrera del sonido' cuando acude a la militancia no andaluza. Como Patxi López no traspasa la barrera andaluza. Así que a ambos no les va a quedar, en el fondo, otro remedio, suponiendo que ella se decida a concurrir en las primarias, que llegar a un nuevo 'pacto del Betis' -o 'pacto del Nervión', en versión vasca--; es decir, aquel acuerdo al que los socialistas de Felipe González/'Isidoro' y los vascos de Nicolás Redondo y Ramón Rubial llegaron en 1974 para hacerse con las riendas del PSOE frente a los 'históricos' en el exilio liderados por Rodolfo Llopis. Casi cuarenta y tres años han pasado desde aquel congreso de Suresnes: ahora es necesaria una nueva refundación de un partido imprescindible.

Pero todo eso, en estas horas, en las que los focos están colocados en los congresos que celebrarán el PP, Ciudadanos y Podemos, se encuentra apenas en sus inicios: el proceso se acelerará a partir de mediados de febrero. Lo tangible hoy es el automovilista clamando su venganza por esos caminos de Dios. Cuando este proceso se compara con el ejemplar de las primarias socialistas galas, que este domingo lanzan presumiblemente al izquierdista Benoit Hamon a la candidatura frente a la derecha por la presidencia de la República Francesa, no queda otra que considerarlo simplemente patético. Sánchez, por su propio bien, ha de retirarse de esta carrera que va a acabar en trágico accidente. Sobre todo, para él.

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