Opinión

La implosión de Podemos

En términos astronómicos llamamos implosión a un fenómeno que consiste en la disminución brusca del tamaño de un astro. Si acudimos a la Física sería el hundimiento y rotura hacia dentro de las paredes de un recipiente cuya presión es inferior a la del exterior. Llevado al caso de Podemos cualquiera de los significados encajan en la situación por la que atraviesa este partido que un día fue movimiento de masas, mareas y confluencias hasta que su conversión en partido político de verticalidad y hechuras leninistas arruinó la filosofía del 15-M de la que había partido. 

Las maniobras de Pablo Iglesias para hacerse con el control de la organización desembocaron en un liderazgo cesarista que le convirtió  en astro de la política y dio pie tras la famosa asamblea de  Vistalegre II a un proceso de extrañamiento de los disidentes. La sustitución de Íñigo Errejón como portavoz parlamentario del partido para entronizar a Irene Montero (compañera de Iglesias), anunció lo que estaba por venir. Asentimiento o extrañamiento de los disidentes. Sergio Pascual, Carolina Bescansa, Luis Alegre, Ramón Espinar. Entre medio, asistimos a un espectáculo freudiano sin precedentes en el ámbito de la política: ¡Un referéndum para emplazar a los militantes del partido a aprobar la compra de un chalet de 600.000 euros en la sierra madrileña! Propiedad que pasaría a ser la residencia de quien había dicho ser feliz viviendo en el barrio obrero de Vallecas. Algo más de un 30% de los participantes en la consulta entendieron que Iglesias debía dimitir. 

Después vinieron las sucesivas derrotas electorales. En las generales de abril Podemos perdió un millón de votos, en las locales y autonómicas cerca de otro tanto. Por el camino, las críticas demagógicas a las donaciones filantrópicas de Amancio Ortega. Ante el primer revés en las urnas Iglesias prometió una autocrítica que se quedó en promesa. Tras la noche triste del 26 de mayo ni siquiera salió a dar la cara. Mientras tanto anda promoviendo un relato de distracción -para que no le pidan cuentas- que pasa por repetir un y otra vez que Pedro Sánchez debe incluir a Podemos (es decir a Pablo Iglesias), en el futuro Gobierno de España. No parece que Sánchez esté por la labor consciente de que sería uncir su suerte a la de un náufrago cuyas pretensiones sólo persiguen disimular las responsabilidad política de haber llevado a Podemos al borde de la implosión. Lo describía muy bien Ramón Espinar, antiguo secretario general de Podemos en Madrid, en un artículo en el que señala el origen y a los responsables de un fracaso electoral del que Iglesias se distancia como si él no tuviera ninguna responsabilidad. 

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