Opinión

La caída de Lastra

Pedro Sánchez suelta lastre. La dimisión de Adriana Lastra —presentada como baja por razones de índole personal— no puede encubrir una sentencia política que quedó fechada en la humillante derrota sufrida por el PSOE en las pasadas elecciones andaluzas. Lastra, en su condición de vicesecretaria general del partido, participó en la campaña andaluza con una serie de discursos catastrofistas que a la postre los electores rechazaron.

Sin restar mérito a Juanma Moreno Bonilla, el candidato popular cuya moderación acabó siendo premiada por los electores, los análisis del resultado de los comicios determinaron que más de 125.000 votantes socialistas se habrían pasado al PP. Un dato que explicaría por qué los populares habían alcanzado la mayoría absoluta. Cabe pensar que el voto socialista “prestado” fue el resultado de miles de socialistas descontentos con la forma de gobernar y las alianzas políticas establecidas por Pedro Sánchez. Fue un voto de castigo a Sánchez que ahora hace pagar a Adriana Lastra como responsable de la organización del partido.

Lastra no llegó nunca a ser ministra —y estuvo cerca— porque su penoso currículo actuaba como detente, pero aún así, a pesar de su escasa formación y nula experiencia laboral llegó lejos: primero como portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso y más tarde, tras la defenestración de José Luis Ábalos, como “número dos” del partido.

Ahora le ha tocado a ella. El paso de Lastra por la política no deja huella. Su forma demagógica y desgarrada de entender y practicar la política -entrometiéndose en los medios- pasará pronto al olvido. Las aducidas razones para justificar su marcha -”una baja laboral prolongada”- no pasan de ser una excusa piadosa para cubrir una purga en toda regla. Sánchez no tiene amigos, solo peones a los que utiliza según el momento y conveniencia.

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