Los incendios y los políticos
Los fuegos que han arrasado miles de hectáreas en Galicia, Castilla y León y Extremadura no solo han evidenciado la insuficiencia de medios y la falta de previsión a la hora de retirar la maleza que cubre los montes. También nos han mostrado la imagen de la peor clase política. Políticos que, inasequibles a la realidad de los hechos, transitan por el sectarismo buscando culpables y señalando a sus adversarios, en lugar de aunar esfuerzos poniendo todos los recursos del Estado a la tarea de sofocar las llamas. Nos hemos topado con las habituales suspicacias relacionadas con las competencias, como ya ocurrió en ocasión de la trágica riada de la dana en Valencia.
Otra vez hemos escuchado el eco de aquél ominoso mensaje que perseguirá a Pedro Sánchez hasta el final de su mandato: "Sí necesitan ayuda, que la pidan". Resulta que las competencias en materia de prevención y extinción de incendios están transferidas a la comunidades autónomas. Y ,claro, mientras el ministro del Interior asistía de espectador y los régulos regionales decidían si solicitaban o no la ayuda -¿por qué no pidieron Galicia y Castilla y León la declaración del estado de Emergencia? -el fuego, los fuegos, siguieron arrasando todo cuanto encontraron a su paso. Cuatro víctimas mortales, trescientas cincuenta mil hectáreas quemadas , más de cuatro mil vecinos obligados a dejar sus hogares, pueblos quemados- todo sacrificado en el altar de la incompetencia, cuando no de la mala fe de algunos políticos a los que habría que exigir responsabilidades sin esperar el veredicto de las urnas.
Se escuchan voces desde el tendido que se hacen preguntas cuya respuesta engorda las expectativas de fuerzas políticas situadas en la negación del actual modelo del Estado de las Autonomías ¿Para qué queremos tener y mantener con nuestros impuestos un Estado cuyos gobiernos -el nacional, los autonómicos- no son capaces de aparcar la bronca política y dedicar tiempo y recursos a resolver los problemas? En este caso los incendios. No aprendimos nada cuando la dana ,ni ahora con los fuegos que han convertido en un infierno el verano del año 25. ¡Pobre España!