Un exministro en la picota
A reserva del progreso de las investigaciones del juzgado de Tarragona que se ha hecho cargo del caso ha trascendido que Cristóbal Montoro y otras 27 personas están bajo la lupa de la Justicia acusados entre otros presuntos delitos de cohecho, prevaricación, fraude contra la administración pública, falsedad documental y corrupción en los negocios. A quien fuera ministro de Hacienda en los gobiernos de Aznar y Rajoy el juez le acusa de aprovecharse del cargo para a cambio de beneficios económicos canalizados a través de un bufete privado llevar a cabo reformas legislativas encaminadas a favorecer a algunas empresas gasísticas.
El levantamiento del sumario abre un melón cuyo contenido habrá de ser verificado por instancias judiciales superiores pero en sí mismo lo que ha trascendido sitúa en la picota a quien durante sus mandatos se condujo de manera implacable con los defraudadores a la Hacienda pública. Con maneras no pocas veces arbitrarias y destempladas que en alguna ocasión le llevó a amenazar desde la tribuna del Congreso con revelar los nombres de políticos, artistas, escritores y periodistas incursos en denuncias de la Agencia Tributaria por supuestas irregularidades en la declaración de la renta. Datos reservados a los que en su condición de ministro no tenía derecho a conocer.
Montoro fue un ministro prepotente que llevaba mal las críticas que aparecían en los medios y llegó a amenazar a algunos con represalias. Un talante autoritario impropio de un servidor público en un sistema democrático. Ahora, a la luz de las investigaciones que hemos conocido por un auto judicial se revela que practicaba una doble moral. A este Savonarola se le ha caído el sayo de inquisidor quedando al descubierto las costuras de su impostura. En esta España en la que hemos visto que desde un Gobierno se pueden cambiar leyes para beneficiar a algunos políticos condenados por sedición y malversación solo nos faltaba ver que otros gobiernos bajo la batuta de un ministro de Hacienda también cambiaron leyes para presuntamente beneficiar a determinadas empresas. No es consuelo constatar que en todas partes cuecen habas. ¡Pobre España!