Opinión

Vidas crucificadas

El Consejo de Ministros aprobó el pasado viernes la ampliación del plazo de prescripción de los delitos de agresión y abuso sexual cometidos contra menores, que empezará a contar cuando la víctima cumpla 30 años. Actualmente se cuenta cuando la víctima cumple los 18 años y los delitos prescriben entre 5 y 15 años después. La ampliación del plazo de prescripción lleva implícita la modificación del Código Penal y afecta a los delitos más graves que se cometan contra los menores, relativos a la tentativa de homicidio, delitos sexuales, las lesiones agravadas, maltrato habitual y trata de seres humanos.

Esta decisión viene a proteger, en parte, a los niños abusados para que, al menos, esos depredadores que le borraron su infancia no se vayan de rositas. Como a todos los bien nacidos me duele en el alma que se maltrate a los niños y, dentro de ese maltrato, el abuso sexual es si cabe el más lacerante y grave porque acaba con el bien más preciado: la inocencia. Al parecer, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, trasladó en su día al secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, que el Ejecutivo iba modificar la ley para que los delitos de abuso sexuales a menores fueran imprescriptibles, una de las hipótesis que se barajaban, pero finalmente se ha optado por cambiar la edad, lo cual no ensombrece lo positivo de la medida.

Este año que ababa saltó la noticia de que todos los obispos chilenos en bloque presentaron su renuncia al Papa Francisco por los casos de abusos sexuales, después de haberse reunido con él durante tres días en el Vaticano. ¿Su pecado? Encubrir los graves abusos a menores cometidos durante al menos dos décadas por varios sacerdotes, especialmente tras el llamado caso de Juan Barros, el obispo acusado de encubrir al sacerdote Fernando Karadima, el cura que fue suspendido de por vida después de haber sido declarado culpable en 2011 de abusar de niños durante una década.

El Papa, que en principio protegió al obispo durante su visita a Chile, luego rectificó cuando leyó las actas que le enviaron sobre el asunto: "Creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza", dijo el Pontífice. A mí este Papa, como he dicho en otras ocasiones, me gusta mucho. No porque este rompiendo esquemas, que lo está haciendo; o porque sea un auténtico revolucionario, que lo es en la verdadera acepción de la palabra; o porque este cambiando los viejos tópicos de la Iglesia, cosa que esta ocurriendo. Me gusta porque es un hombre valiente que casi siempre nos sorprende en los momentos clave, y si algunos pensaron que no entraría de lleno en el tema de la pederastia en la Iglesia, se equivocaron.

En estos casos no basta con pedir perdón a las victimas, que también, sino que deben tomarse decisiones drásticas porque, sin duda, el peor de los pecados de alguien cuya vida está entregada a Dios y a proteger a los más débiles, es abusar de ellos y matar su infancia. Los niños, siempre los niños. ¡El eslabón más débil! Hay muchas formas de dañarles: unas brutales sin paliativos y otras que se trasmutan como medidas protectoras pero se vuelven terribles. He dicho muchas veces que una sociedad que no sabe cuidar y proteger a sus niños y sus mayores camina hacia el abismo, y países teóricamente civilizados asisten silentes, callan o miran a otro lado ante vulneraciones flagrantes de los derechos humanos de los más pequeños.

Es cierto que niños y niñas convertidos en soldados, vendidos por las mafias de trata de seres humanos, prostituidos, abusados, maltratados, mancillados con la infancia perdida y robada hay en todo el mundo y en todas las culturas. Si de muestra vale un botón, la actriz Jane Fonda ha revelado, también este año, que fue violada cuando tenía 12 años. "He sido violada, he sido abusada sexualmente cuando era una niña y me despidieron porque no quería acostarme con mi jefe y siempre pensé que fue mi culpa", explicó en una entrevista publicada por la revista The Edit donde contó como su madre fue igualmente violada con tan solo ocho años. Algo muy malo está pasando cuando las violaciones tanto a mujeres como a menores aumentan en nuestro país y en todos, pero la desgracia es que cuando se pasa el primer impacto de estas noticias y las comentamos un par de veces en las tertulias de café, todo se va donde habita el olvido y sigue igual. Nadie mueve un dedo. ¡Qué vergüenza para todos!

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